Antonio Vázquez

COGIÓ Diario de León y lo condujo desde la trastienda del jurásico hasta un paso más allá del tiempo que marcaban los calendarios, porque un periódico sólo puede ser grande si combina tradición y vanguardia, sin renunciar a ninguna de ellas; así, erradicó lo provinciano y dejó intacta la noble condición de provincial. Lo hizo con la ayuda de un equipo, pero es innegable que de su familia surgió tanto la gran inversión económica necesaria como el primer reto. Todo éxito empresarial fue antes una convicción y muchos interrogantes. No hay logro sin riesgo. Mi salida del periódico, tan sólo como redactor de noticias, me permitió tratarle ya sin los condicionamientos del escalafón. Si antes lo intuía, después lo comprobé: es uno de nuestros grandes empresarios, de categoría nacional, con una concepción humanística de las relaciones personales, con inquietud cultural y un don innato para llegar a la esencia de los temas; de casta le viene, pues son cualidades que también tiene su padre. Personalmente, reconozco mi deuda, así como con los directores Martínez Carrión y Fernando Aller, pues me permitieron desarrollar mi vocación, formarme, aprender de mis errores. El ser humano se construye solo, pero los pilares nos los ponen otros. Su aportación al periodismo leonés lo ha sido también a nuestra democracia, que no es poco mérito. A la vista están los resultados. Si en alguna información el lector detecta tendenciosidad, ésta tiene siempre dueño, pero no es la empresa, sino quien la firma. Fueron los suyos y los nuestros logros de madurez en plena juventud. Si lo pienso aún me asombra el camino recorrido. Quien esto escribe tiene 44 años y lleva casi 20 publicando esta columna. Sólo le reprocho que trasladase el periódico de la calle Lucas de Tuy a La Virgen del Camino¿ cuando me acababa de mudar días antes a Sampiro. Pero se lo perdono, no es sano trabajar a un minuto de casa. ¡Gracias, Antonio!