Diario de León
Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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LO PEOR de la playa son los cadáveres. Por el susto, quiero decir: cuando ya te has despreocupado, convencido de que todos esos cuerpos yacentes esperan al forense, se remueven en sus túmulos de arena para cambiar de lado y te da un vuelco el corazón. Son cosas de un verano que humea el horizonte con datos de los que se evapora vapor de agua, creando inquietudes que quisiéramos fueran espejismos. Como lo de las señales -abundantes, certeras e inequívocas- de que se va a acabar el mundo: ese lamento bovino de un sujeto que dice pasar el día haciendo el amor o la reclamación vociferante que pide el regreso de Georgie Dann son signos que palidecen frente a la auténtica premonición maligna que anuncia la vuelta a España de Luis Aguilé... El gobierno no debería permanecer impasible ante hechos tan graves para la ya mermada seguridad mental del país.   Pero los cadáveres de las playas ignoran las señales, ocupados en tostarse vuelta y vuelta con auténtico bronceador cancerígeno y en sortear las galletas de un chapapote que oficialmente ya no existe sobre una arena en la que ondea indiferente la bandera azul. Claro que, si el problema ya no existe, ¿serán acaso esos trabajadores enfundados en mono blanco que peinan diariamente la orilla con pala y cubo enviados divinos anunciando el fin de los tiempos con estética matrix/marinera? ¿Podría ser una campaña del gobierno para recordarnos que el verano, como todo, se acaba, y nos espera un otoño caliente con lo de la sucesión y la campaña en la que Zapatero tendrá que jugar a Hamlet con la calavera de Simancas? Son dudas que ni se plantean los cadáveres playeros, temerosos de romper la magia del suave equilibrio que produce el verano con el humo de sus propias espaldas.

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