Diario de León

PANORAMA

Normalidad constitucional

Publicado por
ANTONIO PAPELL
León

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PESE a los desenfoques que provoca el conflicto vasco y al sobresalto que en determinados ambientes políticos ha suscitado el espectacular ascenso del Esquerra Republicana en Cataluña, la conmemoración del vigésimo quinto aniversario de la Constitución nos ha brindado a todos la oportunidad de constatar la magnífica salud de que goza la Carta Magna. Ayer se publicaron diversas encuestas sobre la vigencia, el prestigio y la coyuntura actual de la Carta Magna, y sus resultados acreditan, de un lado, la masiva adhesión que suscita y, de otro lado, un admirable realismo de la opinión pública, que encara el futuro sin ningún dramatismo. La normalidad del presente histórico español, apenas desatentada por la supervivencia de ETA y por los excesos retóricos y procesales del nacionalismo democrático vasco, se ha hecho bien patente en Cataluña, donde está a punto de producirse una mudanza que sin duda creará benéficos precedentes en este país. En efecto, en las dos comunidades históricas que ya disfrutaron en el pasado de estatutos de autonomía, Cataluña y el País Vasco, el nacionalismo ha gobernado ininterrumpidamente desde la promulgación de los vigentes estatutos de Sau y de Gernika. En Euskadi, porque el PSE-PSOE cedió inicialmente la lehendakaritza al PNV pese a su victoria electoral; en Cataluña, porque Pujol logró desde 1980 imponerse a sus rivales. Esta situación abonaba la tesis tácita y acrítica de que en ambas comunidades, las más caracterizadas por rasgos propios de identidad, era «natural» que el nacionalismo usufructuara por sistema el poder. Tal deformación del principio democrático emanaba de un criterio perverso: el que identificaba a los respectivos «pueblos» con sus «guías» nacionalistas. Pues bien: en Cataluña, está a punto de fraguar un «gobierno de progreso» que, de formalizarse, enviará a CiU a la oposición tras 23 años de hegemonía. Todavía no está oficialmente cerrado el pacto que probablemente suscribirán PSC, ERC e IC-EV, y por lo tanto aún es posible que la fórmula de gobierno sea otra, pero lo verdaderamente admirable del actual proceso catalán es la normalidad y la madurez con que sus actores negocian las posibles coaliciones. No se ve ni un atisbo de las sombras fantasmagóricas que se denuncian desde Madrid, y los independentistas republicanos están dando una lección de sentido democrático cuando alardean de su posibilismo: obviamente, sus tesis, claramente minoritarias, sólo podrían salir adelante -reconocen- el día en que las apoyase una mayoría de la sociedad catalana. Mientras tanto, habrá que contribuir a gestionar la realidad. Si se confirma la alternancia en Cataluña, la situación vasca no tendrá más remedio que darse también un baño de realismo. La actual tensión entre la estridencia y la amenaza, entre la ruptura y el artículo 155 de la Constitución, no podría conducir más que al desastre si sus protagonistas decidieran absurdamente llevar la confrontación a sus últimos límites.

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