La denuncia de los inspectores

MIENTRAS más de derechas sea un Gobierno su actitud es más contraria a la de Luis Candelas y otros bandidos generosos: roba a los pobres para socorrer a los ricos. Eso es lo que acaba de denunciar gallardamente la Asociación Profesional de Inspectores Fiscales en un informe sobre la situación de la lucha contra el fraude. Le han echado valor y esperan represalias. Han pensado que no han de callar, por más que con el índice inquisidor silencio avisen o amenacen miedo, que decía aquel sublime cojitranco caballero de Santiago. También un futbolista, Iván Helguera, se ha atrevido a decir que el Real Madrid hizo muy mal en prescindir de Hierro y en traspasar a Makelele, que trabajaba como un negro en el centro del campo, y espera el merecido castigo que cae sobre todo el que proclama la verdad. Lo que han denunciado los inspectores fiscales, que a partir de este momento nos caen simpatiquísimos, es que «Hacienda sólo persigue a los que ya declaran». O sea, que concentra sus esfuerzos detectivescos seleccionando exclusivamente a los mismos sospechosos, que son los asalariados y los pymes, y no mete sus poderosas narices «donde está el fraude más grave y sofisticado». Asimismo, los valerosos inspectores delatan que la Agencia Tributaria «no transmite verazmente la situación al Congreso». Al fin y al cabo, los inspectores de Hacienda son unos trabajadores y en el fondo de su corazón tienen que sentirse más cerca de los que sufren la Historia que de los que la hacen. Me consta que algunos se han encontrado verdaderamente mal después de verse en la obligación de multar a alguien que omitió, o quizá olvidó, declarar una birriosa cantidad. Ellos saben mejor que nadie el grado de impunidad del que gozan ciertas actividades y operaciones ocultas en los llamados paraísos fiscales. Los inspectores no quieren pescar con una extraña red que captura a los chanquetes y deja escapar a los tiburones. Ruego a mis dioses que no les pase nada por tener el valor de decirlo.