Diario de León

CRÓNICAS BERCIANAS

La maldición del Camino Negro

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LOS TERRENOS sobre los que hoy se erige la expansión urbanística e inmobiliaria de Ponferrada siempre fueron de los más fértiles por sus misteriosos contrastes. Dicen que en las riberas del Camino Negro, bajo una tenue sábana de estrellas parpadeantes, perdieron la virginidad buen número de ponferradinos, y a costa del debú se ganaban ya cuatro o cinco duros algunas veteranas meretrices autóctonas. Aunque luego, bajo el sol como larguero y entre postes de flores amarillas, crecían los tuercebotas y felices e inocentes adolescencias. Era algo antes de que el patrimonio de la MSP se vendiera, revendiera, se calificará y se recalificara entre guiños a la especulación y a las ilegalidades. Fue así como del Camino Negro se terminó mutando en PAU1 y siguió haciendo honor a su hiperfertilidad, pero más que nada ya en el campo de la política y la empresa, dos parcelas en las que cuando el flirteo acaba en cópula suelen germinar los pestilentes frutos de la codicia y de la envidia. Le ocurrió a Celso López Gavela, a César Garnelo, y a quienes les rodeaban, que cuando intentaron someter el Camino Negro a la trama urbana de Ponferrada se vieron salpicados por tamaña catarata de improperios y sospechas, que acabaron por desistir. Con la misma moneda que había utilizado, y con la saña adicional de algunos cropófagos que siguen revoloteando en torno a la ciudad, se vio pagado Ismael Álvarez, que aún tuvo tiempo para bautizar botánicamente al camino oscuro como La Rosaleda, e incluso para despejarlo de la sombra ominosa de la montaña de carbón. Pero ni así parece que esta capital berciana esté dispuesta a que las flores, ni mucho menos los ladrillos, alfombren la casa de putas a campo abierto que fue algún día la espalda de Carrefour. La aparente buena marcha de la aventura para los compradores y para el Ayuntamiento -por ende debiera ser para los administrados-, sigue provocando desasosiegos, despertando recelos, abonando conjuras. Es indiscutible que la oposición debe mantenerse vigilante con una operación en la que se mueven decenas de millones de euros, y en la que es más que opinable que el Ayuntamiento se sirva de una empresa para gestionar la venta. Es cuestionable la abundancia de espigadas almenas -colmenas- que sostienen el proyecto... Pero en el fondo no acabo de ver qué maldad existe en que el consistorio se haya convertido en agente inmobiliario en vez de dejar las riendas del negocio a los anteriores propietarios, Caja España, o a quienes la entidad hubiera terminado cediendo sus derechos. ¿Tal vez Fadesa o Vallehermoso tendrían la generosidad de vendernos pisos más baratos que las constructoras locales? ¿Estarían dispuestas a entregarnos a cambio de La Rosaleda viviendas sociales semigratuítas? Como ciudadano sólo espero que el beneficio de 19,4 millones que se atribuye la sociedad, esté huérfano de edulcorantes. Y que esa cantidad revierta no sólo en obras sino en proyectos de calado social -viviendas asequibles incluidas-. Con todo, me temo, será muy poca «pasta» para sobornar a la leyenda negra del camino oscuro.

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