La caída

SERÁ una de las películas de las que más se hable. De hecho, no se ha estrenado y ya se está hablando de ella en todo el mundo. La caída cuenta los últimos días de Hitler, antes de suicidarse. Una superproducción alemana, dirigida por Hirschbiegel. Su innovación es que muestra al líder nazi con rostro humano, a la vez que con una mirada crítica. «No hemos querido endiablar a Hitler», dice el productor. Habrá tiempo de escribir sobre ella. De momento, inquietémonos por los resultados electorales de ayer en Alemania, con el avance de dos partidos neonazis. He podido comprobar en numerosas ocasiones en la Fundación Vela Zanetti, ante los bocetos del mural de los Derechos Humanos, que los adolescentes tienen unas ideas muy vagas, o pleno desconocimiento, sobre qué fue el nazismo. Hitler no es un arquetipo del mal como consecuencia de un tópico. Es el mal. No obstante, hoy sabemos que fue aceptado por la mayoría de la sociedad alemana, que prefirió miseria moral a cambio de progreso. Su monstruosidad resulta excesiva incluso para crear ficción. Cuidado con las revisiones históricas que terminan siendo rehabilitaciones. No es posible humanizarlo, salvo que entendamos por humanización que le gustase Wagner o fuera amable con sus secretarias. Lo suyo no fue el camino del héroe que se corrompe por exceso de ambición. No es el líder revolucionario que termina convertido en aquello contra lo que luchó. No es posible desdemonizarlo, sin tergiversar su verdad histórica. Volveremos sobre esta polémica película de la que mucho se hablará.