Diario de León

TRIBUNA

La «liberación» del divorcio

Publicado por
LUIS RIESGO MÉNGUEZ PSICÓLOGO
León

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NO HA SIDO necesario esperar mucho tiempo para que los españoles hayamos podido comprobar, desolados, la mentalidad antifamilia del gobierno socialista. Porque antifamilia es el aborto libre que nos anuncian, olvidando que la vida se ha de salvaguardar desde el momento de la concepción; antifamilia la adopción por parejas homosexuales ignorando que el fin de la adopción no es dar un hijo a quienes no lo tienen sino dar unos padres idóneos al niño que carece de ellos; antifamilia las trabas a la enseñanza de la religión desconociendo que son tantos los bienes que aporta a nuestros hijos y que influyen tan positivamente las convicciones morales en sus sentido del deber, en su formación integral, en su amor a la patria, etcétera, que es urgente solucionar este problema. Unamos a esas medidas antifamilia una todavía recientísima, la de la liberalización del divorcio. En España -datos oficiales- se han dictado 637.712 sentencias de separación y 445.759 sentencias de divorcio, siendo lo más penoso que detrás de esos centenares de miles de rupturas hay millones de seres humanos que sufren: los mismos cónyuges -para los que no ha sido plato de buen gusto fracasar en el negocio más importante de sus vidas-, sus padres, sus abuelos, los hijos sobre todo¿ Pero, a lo que parece, esas cifras le resultan insuficientes al Gobierno y pretende facilitar el divorcio suprimiendo las barreras prudentemente puestas por el legislador para reducir el número de rupturas. Por ejemplo, que fuera necesario un tiempo de separación. La reducción del número de rupturas beneficiaría -a los hijos especialmente-, mientras que su aumento les perjudicaría. Recordemos la necesidad que los hijos tienen de un hogar normalmente constituido y cómo la delincuencia juvenil es el frecuente final de muchos de ellos. Y aunque no se llegase a la delincuencia juvenil, los educadores, los psicólogos, los médicos, los sacerdotes, nos podrían hablar de muchachos y muchachas que arrastran en sus almas -y no pocas veces en sus cuerpos- el dolor, la tristeza y la angustia que tiene su origen en un hogar destruido por el divorcio. ¿Son conscientes el señor Zapatero, el señor López Aguilar -y los ministros prodivorcistas del gobierno- del engaño que supone el presentar a los ciudadanos como progreso en política familiar el que un matrimonio dure sólo diez días o dure solo un mes? ¿Se puede tener un desconocimiento más supino de lo que es un matrimonio y una familia? Si incluso cuando se realiza un nuevo matrimonio no como consecuencia del divorcio sino después de la muerte del otro cónyuge surgen normalmente graves desavenencias entre el nuevo esposo o esposa y los hijos del matrimonio anterior, nada digamos de lo que ocurre cuando esos hijos saben que su padre o su madre viven y ven a otra persona ocupando su puesto en el hogar. Como el cuerpo humano tiende a rechazar los órganos que le son trasplantados por el simple hecho de que no son los suyos, así los hijos rechazan al nuevo cónyuge que viene a ocupar el puesto que ellos saben corresponde a su verdadero padre o a su verdadera madre. Y aunque tal persona destaque, como puede ocurrir, por su correcto proceder hacia ellos, siempre será considerado como alguien en el que se personifica cuando no la causa de la destrucción del hogar y del amor entre los padres, sí, al menos, el recuerdo de esa tragedia y el tener que considerarla como definitiva, pues si sólo hubiera separación siempre habría posibilidad de arreglo. ¡Qué triste que el Gobierno socialista, en lugar de tomar medidas que permitan a los esposos fortalecer su unión y salvar su matrimonio, promulgue leyes como esta que, facilitando el divorcio, aumentan el número de rupturas y, en consecuencia, el daño a los hijos! ¿Son estas las ayudas que el señor Zapatero prometió a las familias en el congreso de Santiago?

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