Diario de León
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ASSUMPTA ROURA
León

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LA MINISTRA de la vivienda, la señora María Antonia Trujillo, sostiene que tiene un plan. Consiste éste en aplazar el plan previsto por su gobierno considerado de izquierdas y tirar de la manta del tan criticado por ellos mismos plan del PP. Sostiene Trujillo que no tiene suficiente presupuesto para llevar a cabo su propio plan. El 12'5% de familias españolas sostienen que no llegan a fin de mes y deben recurrir al apaño imaginativo para que un cocido para dos se multiplique, en el imaginario del comensal, por tantas bocas como haya en la familia. El plan que han de sostener es el de los suspiros amargos y echar más agua en la olla, cuando no endeudarse, pero esto son cosas de poca importancia para la señora ministra y su gobierno de izquierdas; daños colaterales como se le llama en estos tiempos de eufemismos a la verdad sangrante. Los suspiros amargos y el cocido no son de derechas ni de izquierdas mientras que la señora ministra de la vivienda y sus presupuestos sostienen que son de izquierdas, es decir propicios a aplicar cierta justicia social, lo que significa que todos perdamos lo mínimo posible. Los que confiesan no llegar a fin de mes sumados a los que no se atreven a confesarlo, sumados a los que se sirven de la economía sumergida para llegar, además de supervivientes del naufragio político son prueba fehaciente ante un justo tribunal de la decencia, que la llamada izquierda sirve, una vez en el poder, para legitimar el pasarse por el forro todas las promesas que le llevaron a alcanzarlo. Sube el precio de la vivienda en un país cuya base social ya está instalada en la idea de vivir los mejores veinte o treinta años de su vida hipotecado con los bancos y en unas cifras que parecen de ciudadanos sobrados de empleo, bienestar y holgadas cuentas corrientes y la señora ministra sostiene que tiene un plan que consiste en borrar el enunciado de las promesas electorales sobre vivienda asequible. Sabemos que la política es representación y de ahí que la cosa del talante de ZP se sostenga en el primer puesto del hit parade. En cualquier representación sólo vemos lo que quieran que veamos y no lo que se esconde detrás. Para ello la calidad de los interpretes ha de ser alta, de lo contrario sostengo que el talante o su igual la máscara, revelan el Gran Secreto: mediocridad, ignorancia, indecencia y engaño. Por favor, que acabe la función que cada uno es lo que hace y no lo que dice ser. Somos pacientes, no tontos.

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