Nucleares, por favor

L AESCALADA de los precios del petróleo y el riesgo de que cercenen la recuperación de la economía europea y española vuelven a poner sobre el tapete la vieja cuestión de los peligros que entraña para el bienestar de los países industrializados depender en exceso de ese fuente de energía. Ante este panorama, el abandono de lo nuclear realizado hace casi dos décadas y la persistencia en ese error pueden pasar una considerable factura a la prosperidad de la vieja piel de toro y al bienestar de sus ciudadanos. Cuando uno no tiene petróleo, carece de gas, posee un carbón inutilizable, la opción nuclear es la única capaz de proporcionarle independencia energética. Además, el átomo es una energía limpia y segura. En ningún país industrializado se han producido accidentes en las centrales nucleares mientras han proliferado los provocados en las térmicas, en las minas etc. De cara al cumplimiento de los compromisos de Kioto, que limitan de manera drástica las emisiones de gases contaminantes y ante la imposibilidad de construir más centrales hidráulicas, España debe volver a plantearse la alternativa nuclear. La energía es la sangre de una economía moderna. Pues bien, el futuro económico del país no puede depender de un abastecimiento energético procedente de áreas geográficas sometidas a condiciones inestables. La oposición a lo nuclear es primitiva, nada científica y suicida. No existe otra alternativa al petróleo capaz de abastecer el mercado nacional salvo la energía procedente del átomo. Hay que tomarse en serio las cosas si no queremos que nuestro nivel de vida dependa de los caprichos de un jeque árabe o de Al Qaida.