Diario de León

EL RINCÓN

Un best seller gratuito

Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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IGLESIAS de toda España han empezado a repartir siete millones de folletos contra la eutanasia. Me apresuro a decir que tienen pleno derecho a hacerlo y que además me parece muy bien que lo hagan. A ver si todo el mundo va a poder expresar libremente su pensamiento con la excepción de quienes llevan más siglos elaborándolo. ¿Por qué el Real Madrid, pongámoslo como ejemplo, puede emprender una campaña y no la Iglesia española? Mucha gente entiende la democracia como la libertad de expresar ideas con las que está de acuerdo, pero también tienen derecho a opinar quienes no son partidarios de la eutanasia, ni del aborto, ni de los matrimonios entre personas que tienen en común pertenecer al mismo sexo. Ahora se habla mucho de la necesidad de ampliar otros cultos, pero eso no implica la reducción de ninguno de ellos. Todos debemos esforzarnos en la defensa de lo que nos parece justo, incluso los que no tenemos la obligación de hacer prosélitos. ¿Por qué criticar que lo hagan los obispos? Si puede hacerlo cualquier señor, ¿cómo no va a poder hacerlo un monseñor? ¿Si cualquier hijo de vecino, aunque no sepamos quién fue la madre que lo parió, puede opinar, por qué no va a poder hacerlo la Madre Iglesia? También conviene decir, sin el menor apresuramiento, que la eutanasia no es obligatoria, ni que a ninguna mujer le ordenan que aborte, ni a ningún hombre a que se case con otro. No exageremos. La permisividad no equivale a la conminación. Una vez más se advierte la ausencia de liberales, cosa que no deja de ser un grave inconveniente para liberalizar la vida española. Hay que hablar y escuchar. Después hay que opinar. Eugenio d'Ors, al que acaba de recordar en un lúcido libro de gratísima lectura, Antonio Lago Carballo, nos recomendó en su Decálogo para todo dialogante , que el primer mandamiento es «escucha a todos, sobre todas las cosas». Claro que él creía que así como la amistad es una ciencia exacta, la conversación debiera estar incluida entre las bellas artes. Ahora se escucha poco, no porque las paredes oigan, sino porque son las únicas que atienden. Y eso, siempre desanima.

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