Diario de León

DESDE LA CORTE

Hoy no reprobarán a nadie

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FERNANDO ONEGA
León

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SIGO EMPEZANDO mis crónicas con la expresión de los Hermanos Marx: «¡Más madera!». Cada día un poco más, hasta el incendio final. Ignoro si estas cosas le interesan a la gente, pero aquí se está quemando el edificio institucional. Estamos en plena pelea de la clase política, en plena bronca bien coreada por algunos medios y, como dice un conocido cronista, en pleno «calentón». Don Manuel Marín, presidente del Congreso, no se lo cree: ha tenido que pasar de definir los plenos de la Cámara como «un tostón» a decir que preside «la casa más animada». Llevamos una semanita en que cada jornada ha sido calificada como «un día triste» o «un día bochornoso» para el Parlamento. Los dos partidos mayoritarios se acusan mutuamente de deslegitimar las instituciones y los procedimientos. El Partido Popular está saliendo a reprobación por día. El miércoles anuncia que va a reprobar al ministro de Asuntos Exteriores, y el jueves confirma que hará lo mismo con el presidente del Congreso, cosa que le venía pidiendo el cuerpo. Hoy no puede reprobar a nadie, porque no hay pleno. Pero ayer dio el espectáculo de no votar una cuestión de procedimiento y abandonó la Cámara. Y todo esto lo hace en solitario, sin el apoyo de ningún otro grupo, sacando pecho de su propia soledad: «la oposición soy yo». La verdad es que el gobierno y su partido le proporcionan razones, por lo menos disculpas, para actuar así. Andan con la reforma judicial a cuestas, a ver cómo consiguen colarla, y las prisas les hacen atropellar los procedimientos. No se salen de la legalidad, pero la rozan en todo el proceso. Y ayer don Manuel Marín, tan sosegado él, tan ecuánime, cometió un error que le traerá disgustos: no dio la palabra al portavoz popular, Eduardo Zaplana. Yo no tengo claro si Zaplana levantó la mano antes o inmediatamente después de que se ordenara comenzar la votación, pero la levantó. Una cortesía mínima de la presidencia obligaba a preguntarle, al menos, qué quería decir. Y, como no hubo ese detalle, le dio munición a Zaplana para declarar «la mundial», levantar a sus diputados y amenazar a Marín con las iras de los dioses. Así está el patio. Añadan ustedes que a Aznar le llamaron «matón»; que a Moratinos lo acusaron de calumniar, que es delito tipificado; que el PP observa que tiene más eco la bronca que el consenso, y convendrán conmigo que nos vamos a divertir. No sé si habrá gobierno, pero el entretenimiento está asegurado. Mi mujer piensa que un día de éstos llegarán a las manos, como los militantes del Partido Popular de Elche o esos parlamentarios del Lejano Oriente que a veces salen en el telediario. Yo tampoco lo descarto. Y hasta creo que sería necesario, a ver si se calman.

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