Primer año triunfal

CUENTAN los viejos de La Bañeza, que es mi pueblo, que allá por 1942, recién acabada la guerra civil, cualquier letrero, rótulo o anuncio debía rubricarse con un obligatorio «tercer año triunfal» en alusión a los que habían ganado aquella degollina. Eran tiempos de escasez y racionamiento, así que cuando cierto carbonero agotó la mercancía, aburrido de que en aquel crudo invierno todos pidieran más, colocó el correspondiente cartel en el establecimiento: «se acabó el carbón, tercer año triunfal». Según los sindicatos mineros, que pueden ser sospechosos de cualquier cosa, menos de franquistas, el carbón va a también a desaparecer ahora -y los últimos cinco mil empleos- al año justo de la vistoria electoral de Zapatero por aquello del Protocolo de Kioto, de modo que convendría ir colgando de las chimeneas de las térmicas el dichoso cartel: «se acabó el carbón, primer año triunfal». Ha dicho esta semana la diputada socialista por El Bierzo, Charo Velasco, con unos humos que no vea usted, que de eso nada monada y que piensa interpelar al ministro de Industria y de Catalana de Gas, señor Montilla, para que lo aclare, porque van a sobrar nada menos que 1,5 millones de toneladas, un tercio de lo que dan las minas supervivientes. De eso se trata. Y rápido. Pedir explicaciones al Gobierno, que casualmente es de su mismo partido. Pero sin rodeos parlamentarios ni leches: desguelga su señoría el telófono a lo Gila, dice aquello de «¿Está Montilla? Se ponga», y luego lo de «¿Qué hay de lo mío, catalán?». Malo será que no conteste a cobro revertido.