Diario de León

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«¿DE QUÉ se reían?» -preguntaba Pilar Manjón, mirando hacia los diputados que asisten a las tareas de la Comisión parlamentaria que investiga la matanza-. Es verdad, hubo días en los que algunos diputados espumaban chanzas y risitas ante las palabras de los comparecientes. «¿De qué se reían?» , preguntaba, reprochando la estrechez por la que a veces circula la vida parlamentaria por obra de la devoción partidista devenida en poco menos que comportamiento sectario. Manjón les leyó la cartilla. A unos por desaprensivos y a otros por aprovechados. Había echado de menos una medida humana a la hora de evocar el dolor; echaba de menos tacto, a la hora de recordar a los asesinados, los heridos y sus familias menos política y más respeto para los muertos y compasión para aquellos a quienes el crimen ha dejado una herida que les acompañará de por vida. No lo dijo con estas palabras, pero no creo falsear su registro de fondo al expresarlas así. Manjón les dio una lección a todos. A los curtidos y a los descreídos. La política es nada si carece de sentimientos. Esa es la lección de Manjón. ¿La habrán entendido quienes parece que únicamente viven para medirle a la vida su dimensión de poder?. Lo dudo. Ignoro si la señora Pilar Manjón tiene algún parentesco con aquel ilustre pedagogo de origen burgalés que se llamó Andrés Manjón, pero lo que sí tengo por cierto es que su aportación al Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados ha resultado aleccionadora.

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