Comisiones

LA GENEROSIDAD y los grandes ideales ni abrigan ni alimentan, mientras que la codicia es más vieja que el nacimiento de la tragedia y sus derivados. Semejante reflexión de altos vuelos viene a cuento por la controvertida decisión bancaria de cobrar comisiones a los donativos realizados por los ciudadanos españoles, empeñados en enviar cuatro perras para paliar en lo posible los efectos de la catástrofe en Asia. Una postura que a muchos nos parece indigna e intrínsecamente perversa, pero que al parecer se ajusta a derecho a pesar de la desoladora cartografía del espanto que ha desencadenado el maldito maremoto. Como dicen en Méjico, el pase de la charola o de la bandeja es costumbre innata a la persona; uno de esos vicios de actitud que alcanzó la máxima expresión de lucrativo negocio en el Chile de Pinochet. Ahora nos enteramos que el buen militar, presuntamente adornado por todas las virtudes de los viejos hidalgos, atesoró en hucha privada, y puso a buen recaudo en el Banco Riggs de Estados Unidos, la nada despreciable cantidad de 16 millones de dólares, especie de comisión cobrada a su país por deshacerse de la canalla marxista mediante imaginativos métodos, pensados para dejar fuera de combate a unas sabandijas dignas de ser exterminadas. Los que veían en Pinochet a la quinta esencia de las virtudes castrenses no aciertan a explicárlo, pero hay otros chilenos que creen justificado mezclar los negocios con las opciones políticas, al fin y al cabo una constante en todos los regímenes y latitudes que con Pinochet, un hombre a quien lo mismo le administran el viático que corretea como un gamo por su urbanización, sólo muestra su cara más hipócrita y cutre.