Diario de León
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CARLOS CARNICERO
León

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QUIZÁ el mérito esté más en la disputa soterrada interna que se celebra en el Partido Popular que en los méritos propios del Gobierno, pero el caso es que un año después del triunfo electoral, inesperado y espectacular, del 14-M de 2004, el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero tiene una situación cómodo solo adobada de déficit en la gestión de su política exterior. Si analizamos el cúmulo de tareas emprendidas en la dedicación interna de su partido y en la gestión de Gobierno, el presidente ha sorprendido a todo aquel que no desea su extinción. El partido, que no existía como tal, se va recomponiendo con las tensiones propias del presidente extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que persiste en reivindicar la memoria de la época en la que gobernaba Felipe González, aferrado a que sus señas de identidad están en la fidelidad a sus orígenes y a su trayectoria. En el otro extremo, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Pascual Maragall, es el niño mal criado del socialismo catalán, que estudia la forma de relevarle sin que su escudo de armas quede dañado. El resto flota en el universo de José Blanco, que como todo secretario de organización de un partido político, termina haciendo bien su trabajo siempre que su partido esté en el gobierno y pueda utilizar el palo y la zanahoria como instrumentos de adeudo. Mientras tanto, dweasde el otro lado del océano, Estados Unidos nos sigue observando con desconcierto, sin alcanzar a entender que en un mismo año nos hayamos atrevido a retirar las tropas de Irak, reforzar nuestra presencia en Afganistán y Haití y, al mismo tiempo, haber liderado el cambio de la posición común de la Unión Europea con Cuba, que es la mayor afrenta que se le puede hacer a un republicano en la Casa Blanca. Sin embargo, inmersos en el pelotón de una Unión que recompone su alianza atlántica, sólo es cuestión de tiempo y sutileza que las cosas se normalicen con el amigo americano. En el norte hay temporal, pero puede que todo acabe en lluvia fina, porque el Plan Ibarretxe es un maleficio que se suavizó con la ceremonia del té en el Congreso de los Diputados y unas expectativas electorales que son razonablemente esperanzadoras para el PSOE. Y la economía, que al final tampoco es el único factor que eleva o tumba a un gobierno, mantienen una velocidad de crucero que demuestra que las inercias son más importantes que los timones. Para ser el primer año de un presidente inesperado, no está nada mal, José Luis Rodríguez Zapatero.

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