El líder del mundo gay

ENHORABUENA, mundo gay. Habéis sido humillados, ignorados, maltratados, vilipendiados. Vuestras familias os escondieron, vuestros vecinos os marginaron, vuestros amigos os negaron. Lo más admirable es cómo habéis sobrevivido en medio de tanta hostilidad. Os habéis organizado en lobbies, habéis formado grupos de interés cultural, artístico y económico. Habéis acomodado a vuestra realidad barrios enteros de grandes ciudades. Habéis penetrado en los medios de comunicación de masas. Habéis contribuido al desarrollo de industrias de moda y de belleza pensadas para vosotros. Os habéis constituido en importante poder dentro de esa sociedad adversaria. Y ayer, la culminación. España, uno de los países más crueles en el menosprecio y persecución del homosexual, se convirtió en el cuarto estado del mundo que permite su matrimonio. La opinión quedó dividida, quizá dramáticamente dividida. Para unos, es un paso definitivo hacia la destrucción de la familia, un acto jurídico contra la naturaleza y un desafío a la Ley de Dios. Llamarles matrimonios es casi una blasfemia. Para otros, es un acto de justicia histórica y una reparación por las injusticias de nuestros antepasados desde el comienzo de los tiempos. Por alguna torpeza en el diseño de estrategias, el primero de esos bandos está liderado por el Partido Popular, que queda así como representante de la España conciliar y ayer decía, por boca de Rajoy: «Ésta es una ley contra nuestro partido». ¿De verdad piensa eso, señor Rajoy? En ese caso, presenten recurso al Tribunal Constitucional. Si se lo aceptan, habrán ganado la enemistad eterna de la España más laica. Si se lo rechazan, habrá demostrado que les faltó sagacidad sociológica, pero también finura jurídica. Parece una trampa tendida por el poder, y el PP ha entrado al trapo, seducido por creencias religiosas disfrazadas de principios, convencido de que toda España se iba a levantar a gritos contra esas bodas. Mirad a Zapatero. Nunca subió al estrado a defender una ley. Pero ayer lo hizo. Pronunció el discurso de la reparación histórica. Se dirigió al corazón de la gente que tiene un homosexual en la familia o en el puesto de trabajo. Se mostró como salvador de un colectivo maltratado. Le dio a la ocasión la trascendencia de lo extraordinario. Y algún día, cuando este paso sea digerido por la sociedad, cuando una boda de homosexuales sea un hecho normal, ese Rodríguez Zapatero que hoy es un villano que destroza los pilares de la familia, se alzará como un héroe que desafió a la Iglesia, las costumbres y a los valores tradicionales para hacer justicia. Así lo veo, aunque personalmente sienta náuseas cuando dos hombres o dos mujeres se besan en la boca ante una cámara de televisión.