Diario de León

TRIBUNA

Autonomía escolar y escuelas libres

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LA DESCENTRALIZACIÓN en materia educativa que se ha llevado a cabo recientemente en nuestro país, ha abierto un nuevo camino en el campo educativo que es preciso recorrer hasta su final. Podríamos decir que, así como ha habido una descentralización del Estado hacia las Autonomías, debe haber otra descentralización -la más importante y definitiva- de las Autonomías a los Centros Escolares, dando lugar a la autonomía escolar y las escuelas libres. De no ser así, los centros podrían pasar de un centralismo estatal a un centralismo autonómico, siendo el resultado el mismo que antes, o incluso peor ya que es posible la aparición, en las autonomías, de nuevos «reyezuelos» o «caciques» que intentan dirigir la educación de una forma poco responsable. A este respecto los directores de Instituto madrileños han denunciado «el alejamiento de la Consejería de Educación de la realidad de sus centros educativos, el desconocimiento de cómo trabajan los equipos directivos, el menosprecio del trabajo de los departamentos de orientación, etcétera.» Igualmente podríamos señalar la falta de igualdad de oportunidades (igualdad que defiende claramente la Constitución) en las oposiciones a los cuerpos de profesores de primaria y secundaria de algunas autonomías, asunto en el que, a mi juicio, deberían intervenir las más altas autoridades académicas y jurídicas del Estado. El estado centralizado pertenece a las estructuras políticas autoritarias del pasado que se están desmoronando en gran parte el mundo. La etapa en que los políticos dirigen y controlan toda la educación tiene que llegar a su fin. Es una exigencia y una necesidad de las sociedades libres y responsables. La actual crisis educativa podría tener una solución mediante la autonomía de los centros escolares, lo que hasta ahora sólo ha sido un eufemismo en las diversas leyes de educación. Pero hay que tener en cuenta que la verdadera autonomía escolar no podrá venir nunca de arriba, sino que ha de llegar como consecuencia de una toma de conciencia y de responsabilidad, en materia educativa, por parte de los profesores, los padres y los alumnos, los tres principales sectores del sistema educativo. La autonomía de los centros será útil y efectiva si estos tres sectores asumen tanto la libertad como la responsabilidad que le corresponde a cada uno de ellos en particular y a todos en conjunto. La característica esencial de las escuelas modernas pioneras en la educación es ser libres y responsables (y por supuesto, competentes profesionalmente). Sin libertad no hay avance, no hay evolución, no se puede asumir la responsabilidad, así como sin responsabilidad la libertad está vaciada de contenido. Estos son, pues, los conceptos claves para una autonomía escolar, como para todo proceso de madurez: libertad y responsabilidad. Cuando los educadores, los padres y los alumnos -y primero y principalmente aquellos dos, por razones obvias- tomen conciencia de este hecho, habrá llegado el momento de asumir la autonomía escolar, y con ello un verdadero cambio en la educación. Todo abandono y dejadez, toda falta de colaboración entre profesores y padres de alumnos impedirá cualquier intento de solución a la crisis educativa, pues la alianza entre esos dos sectores es imprescindible y ha de jugar un papel decisivo. Por su parte los políticos actuales -a los que no deberíamos exigir lo que nosotros no poseemos, ya que son la expresión de nuestras conciencias en las sociedades democráticas- es probable que sigan intentando controlar la educación en los niveles de primaria y secundaria porque saben que ello asegura, posteriormente, un control sobre los ciudadanos. Lo cual no debe impedir que se les exija su grave responsabilidad y su colaboración (enormemente valiosa si es positiva) para acelerar todo ese proceso hacia la autonomía escolar. El ambiente que hoy se respira en la mayoría de los centros escolares denota un malestar que es preciso saber abordar adecuadamente, mediante la comprensión de estos hechos. Hay que comprender, ante todo, que la solución a ese malestar nunca podrá venir sólo de fuera ni de arriba, sino principalmente de los propios centros. Son los educadores y los padres los que más deberían reflexionar, pues la mayoría de los alumnos -aunque parezca paradójico e incluso demagógico- están suficientemente concienciados de que «eso no funciona, y hay que cambiarlo», pero ellos son el último eslabón de esos tres sectores básicos y, por tanto, los que tienen menor poder de decisión. De ello se desprende que los actuales profesores, aun comprendiendo su anómala e injusta situación actual por diversos motivos, deben asumir que son ellos los profesionales de la educación y que, por tanto, tienen una grave responsabilidad en el proceso educativo. Por su parte, los padres deberían implicarse seriamente en la educación de sus hijos y evitar la pasividad que caracteriza a una buena parte de ellos y la grave repercusión sobre sus hijos. Toda la sociedad ha de comprender que esos tres sectores educativos -cada uno en su nivel de competencia y responsabilidad- deben ser los principales responsables de los centros escolares y decidir, dentro de un plan, lo que mejor les conviene dada su peculiaridad y su idiosincrasia, lo mismo que, por ejemplo, los concejales de cada Ayuntamiento gozan de la independencia para decidir sobre la política de su municipio, y lo mismo que la universidad tiene su propia autonomía ¿Por qué ha de ser diferente, en este sentido, un ayuntamiento cualquiera de un centro escolar?, o ¿es que los profesores de primaria y secundaria son menos responsables que los profesores universitarios? Paralela a la autonomía de los centros debería ir la creación de escuelas libres y las cooperativas escolares, con ayudas económicas de la administración. Unas y otras no deberían ser escuelas ideológicas, pues la verdadera educación nunca ha de ser dogmática, sino totalmente libre y abierta a todas las ideologías. Las Organizaciones Europeas de la Educación Independiente no gubernamental han firmado una «Declaración en defensa de una educación plural, libre y democrática», y en la que hacen «una reflexión sobre la necesidad de planteamientos nuevos, equilibrados y creativos en una sociedad cada vez más globalizada, si se quiere lograr una verdadera educación integral». La escuela -como la universidad, los ayuntamientos, la ciencia, etcétera, etcétera-, si no es libre, no podrá cumplir su función. En el Informe Europeo sobre la Calidad de la Educación Escolar (mayo de 2000), uno de los retos es el de la descentralización, donde se aborda la necesidad de otorgar cada vez más autonomía y responsabilidad a la escuela. El educador y pedagogo sueco, F. Carlgren, dice a este respecto: «Los representantes de la vida política y económica deberían aprender a no inmiscuirse en este delicado proceso de trascendental importancia mediante métodos y programas de enseñanza inadecuados¿ deberían concentrarse en el deber que les incumbe en realidad, es decir, proporcionar la libertad y las condiciones económicas que se precisan para la realización de estas iniciativas independientes». Aquí se prueban los verdaderos estadistas.

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