¿Y ahora qué?

ALGUIEN lo dijo en su momento refiriéndose al Estatut: el drama está servido. No hace falta llegar a tales extremos, pero desde luego lo que se avecina no es precisamente un sainete para el partido que gobierna la nación española y la presunta nación catalana. Porque ahí, y sólo ahí, está el meollo de la cuestión: los socialistas se han mentido ellos solos en un jardín del que no van a salir indemnes. ¿Y ahora qué? Pues al margen de los trámites parlamentarios, antes o después habrá que votar sí o no a este Estatut, y sólo caben dos posibilidades. La primera es que el PSOE vote «sí» al texto aprobado en Barcelona. De hacerlo, tendría el rechazo -y no hacen falta estudios profundísimos para saber que esto sería así- de la inmensa mayoría de los españoles no catalanes y, lógicamente, ni gentes como Bono, Chaves, Ibarra etc. se sumarían a este voto afirmativo, lo cual supondría la mayor crisis del PSOE. La segunda opción es que el Estatut, en su paso por las diversas instancias, se vaya descafeinando hasta hacer del texto algo que hoy claramente no es: constitucional; para ello deberían eliminar no pocos temas que parecen hoy por hoy fundamentales no sólo para CiU y ERC, sino para el propio PSC. Una vez recortadas las alas, se podría aprobar en el Congreso, pero entonces adiós coalición de Gobierno, adiós socios nacionalistas y, conociendo a Maragall, adiós señor Maragall y muchas gracias por los líos en los que nos ha metido. Y a partir de ahí, el victimismo y «la guerra civil', entre comillas, entre Cataluña y España con la que amenazaba quien te dije. Lo tienen muy crudo en Ferraz y en La Moncloa.