La Catedral está enferma

PROSIGUE EL DISPARATE en que se mueve todo alrededor, especialmente el debate político a todos los niveles, del proyecto de Estatut de Cataluña. Ahora hasta Ángel Acebes se ha convertido en el principal defensor de Pasqual Maragall. Contra José Luis Rodríguez Zapatero todo vale para los populares. Es realmente escandaloso. Este asunto, que empezó en Barcdelona con egoista frivolidad, podría acabar en Madrid como un carnaval de irresponsables. Es decir, como un baile de máscaras. Pero para evitarlo están las instituciones democráticas. Existen suficientes mecanismos de corrección como para que el vocerío baje de tono. Y venga, va, ya está bien de dar la tabarra con el Estatut. Hablan de él hasta quienes no han leido ni uno solo de su articulado. Yo prefiero mirar a nuestro alrededor. A la Catedral, por ejemplo, con sus ángeles de piedra atados a las columnas, sus vírgenes desmochadas y sus agujas cosiendo el cielo azul y limpísimo de León. Durante los últimos días se ha conocido que el Gobierno de la nación está licitando una importante cantidad de dinero para reparar cuatro arbotantes de la fachada norte de la Catedral. Al mismo tiempo, la Junta de Castilla y León y Caja España han comprometido otra importante cantidad para restaurar las vidrieras de nuestro primer templo provincial, al que se le abarca, como dijo Unamuno, de una sóla mirada. El corregidor de la ciudad de León, Mario Amilivia, ha salido a continuación para pedir que las actuaciones en la Catedral sean permanentes y no puntuales. Tiene razón. Sin embargo, esto debió decirlo cuando, durante meses, no había intervención alguna programada, no cuando están en marcha dos actuaciones urgentes. La Catedral está enferma. Diría incluso que muy enferma. Lo ha estado casi prácticamente desde su construcción. Para rescatarla de la agonía crónica se han multiplicado intervenciones y campañas. Alguna de ellas tan sonora como aquella de «¡Salvemos la Catedral!», en la que participé y colaboré con entusiasmo. Nunca supimos con claridad cuántos fondos se habían recaudado y a qué se dedicaron. Desde hace años venimos oyendo que la Catedral necesita una actuación permanente, para lo cual, lo más conveniente era la creación de dos escuelas taller ubicadas en el propio templo: una de cantería y otra de vidrieros, ésta dirigida por el maestro Luis García Zurdo, leonés y experto mundial en la materia. Una de las primera autoridades del mundo en esta cuestión, sin duda. Además de conservar el monumento, formarían a profesionales en León con trabajo seguro, aquí y en otras latitudes con problemas similares. Por razones que también se ignoran, estas dos escuelas taller nunca llegaron a materializarse y ponerse en marcha. El Ayuntamiento de León, siguiendo el criterio de Mario Amilivia, y en comunión de esfuerzos con el Cabildo de la Catedral, debería ser el motor para que estas dos iniciativas, tan antiguas e incumplidas, comenzasen a funcionar. Ayudarían a conservar la Catedral y formarían a profesionales. Y evitarían las campañas puntuales que nunca acaban y que, con toda seguridad, salen mucho más caras.