Bazooka Joe

EL ENCANALLAMIENTO de la vida política ha alcanzado tal nivel de impresentabilidad que, según nos cuentan desde los foros madrileños, no eran pocos los mandamases de PP entusiasmados ante la posibilidad de que el accidente que estuvo a punto de llevar a Rajoy hasta las praderas celestiales fuera en realidad un atentado. Aquí hay tomate, exclamaron haciendo retumbar la pandereta tremendista, y así se pasó en Telemadrid mil y una veces la cinta del percance, en busca de algo extraño que pudiera alimentar la hipótesis de la agresión. Y puestos a soñar, nada mejor que el pretendido extremista del lanzamiento tierra-aire, ese Bazooka Joe virtual, fuera un separatista masón y catalán. Hablando en serio, y el deterioro de la convivencia que estamos sufriendo no es asunto de broma, parece mentira el grado de asilvestramiento que muestra el horizonte público. Es posible que a corto plazo semejante cisco emocional garantice un puñado de votos, pobre botín si es a costa de que el rencor imponga su ley en un enfrentamiento entre comunidades que nadie sabe cómo acabará. Con el argumento de que les sale de los Kinder, los populares se han autonominado garantes de la Constitución, un conjunto de normas que pretendía en su momento proteger los derechos individuales y establecer un mecanismo básico de convivencia. Todo lo contrario, en definitiva, de este irrespirable ambiente de tragedia clásica en que nos manejamos. Y con respecto al afortunadamente indemne Rajoy, debe aprender la lección de que a los toros no debe irse en helicóptero ni con minifalda. Eso cantaba Manolo Escobar, que de españolía sabe un rato largo.