Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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RESULTA desdichadamente frecuente que al traernos en el pico a este valle de lágrimas, la cigüeña se equivoque de dirección y nos deje en el seno de una familia de la que debería ocuparse el Departamento de Higiene Pública. Así se establece la inevitable murga familiar que te condena a crecer entre auténticos mongolotoides, con los que apenas te une esa futura herencia en el horizonte que vendría a compensar, a modo de justicia poética, los abusos, desaguisados y otros excesos derivados de la plena aplicación del más riguroso y tradicional orden familiar. Por todo ello, no es extraño que alguien haya definido a la familia como el campo de concentración más estricto y brutal que Dios ha dispuesto sobre la tierra. Una especie de Auschwitz sin chimeneas ni crematorios. Pero ya saben, como dice en refrán, a grandes males, grandes remedios. Eso debió pensar una pareja de abuelos Cebolleta afincados en la soleada y desinhibida Florida, al contratar a unos cuantos matones patibularios para hacer pasar a mejor vida a sus tres nietos, a la nuera y hasta al pobre perro. Al parecer, según han contado las autoridades estatales, los dos Tuthankamones trataban de impedir que los adolescentes testificasen contra su padre por reiterados abusos sexuales. Y no se les ocurrió mejor cosa que tasar en cuatrocientos dólares la vida de toda la parentela, incluyendo en el lote al inocente caniche por si se le ocurría ladrar algo de lo visto en su ajetreada vida ¡Vaya una saga vikinga! Semejante episodio de retorcido satanismo viene a demostrar, a estas alturas de la peli, que las relaciones familiares pueden acabar en una fábrica de odios más fea que encontrarse al obispo en un burdel.

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