Diario de León

EN EL FILO

Una paradoja llamada Maragall

Publicado por
XOSÉ LUÍS BARREIRO RIVAS
León

Creado:

Actualizado:

AL FRENTE de la alcaldía de Barcelona, entre 1982 y 1997, Pasqual Maragall adquirió fama de ser uno de los políticos más eficientes y modernos de España, en el que se encarnaba el enorme esfuerzo de inversión y de unidad política realizado por España con motivo de los Juegos Olímpicos de 1992. En virtud de esa imagen, genialmente combinada con una visión nacionalista del PSC, aquel alcalde casi mítico se convirtió en el sucesor de Pujol, como si un líder histórico y muy personalista sólo pudiese ser sustituido por otro político de idénticas características. Y así le vimos entrar en el Palau de Sant Jaume, al frente de una coalición tripartita, con la promesa de dotar a Cataluña de un nuevo Estatut. La gran paradoja es que, habiendo culminado su tan difícil propósito, Pasqual Maragall se cae del cartel electoral del PSC, para dar paso, como diría Arzalluz, a «un tal Montilla». Lo que queda detrás del amargo éxito de Maragall es la imagen de un tremendo galimatías político y de gobierno montado en torno al Estatut, en el que se hizo visible la otra cara de un presidente bastante errático, excesivamente posibilista y carente del carácter que se necesita para dirigir un país tan importante y complejo como Cataluña. Siempre tuve la sensación de que nos habíamos pasado tres pueblos en la valoración política de Maragall, y que, como suele suceder con los agraciados por lotería, acabaría siendo devorado por su propia fortuna. Pero con el paso de los años, y con las horas de trato que tuve con él, llegué a la conclusión de que la estructura del personaje era tan paradójica como lo fue su carrera, y que en su imagen simpática y dialogante se daban cita dos personalidades contrapuestas: un líder capaz de encandilar a cualquiera con su discurso radicalmente democrático y federalista, que se mueve con notable finura entre la España cañí y la nación de naciones, y un gestor sumamente afortunado en sus comienzos, que no tuvo cuenta del recado al que se le había enviado, ni demostró capacidad y cintura para conformar y dirigir una alternativa de gobierno. Más allá de las formalidades y discursos del caso, a Maragall lo echan del poder porque creó más problemas de los que solucionó. Y por eso va a ser muy difícil que Rodríguez Zapatero siga presentando el nuevo Estatut como un éxito político y una oportunidad histórica para Cataluña. Porque lo que ahora se reconoce es que la competición sigue abierta, y que, al margen del meritorio esfuerzo que pueda hacer Montilla en las inminentes elecciones, todo está preparado para que el PSOE pague los costes de una gestión sencillamente deprimente. Lo digo yo, que hablo así, pero también lo cree Zapatero.

tracking