Diario de León
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León

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La Administración Pública, en su afán por garantizar un tráfico más seguro y fluido, ha tomado la decisión de imponer este tipo de carné por puntos. Todos somos conscientes de los innegables beneficios que los diversos tipos de vehículos, cada día más numerosos y perfectos aportan a nuestras familias. Pero no podemos silenciar los riesgos o aspectos negativos: la convivencia familiar puede quedar perjudicada por la tentación de utilizar el coche sin necesidad, los viajes largos suelen originar cansancio y especiales tensiones nerviosas en los miembros de la familia por la fatiga, los atascos, etc... Y por desgracia siempre acecha el peligro del accidente con pérdida de vidas humanas. ¿Cómo no subrayar el primordial valor de la familia como ámbito educativo? También en la educación vial. Fomentando desde sus primeros años, más por el ejemplo que con la palabra, las normas de comportamiento que han de observar peatones, pasajeros y futuros conductores. Padres, abuelos y hermanos con maestros y educadores, deben contribuir a que los niños sepan comportarse debidamente en las calles, en las salidas y entradas de las escuelas, mercados, etcétera... desde niños han de ser formados en el aprecio de la vida y de la dignidad de la persona, en el conocimiento y respeto de las normas justas que regulan el tráfico, en la tolerancia de los errores e imprudencias de los demás, en la cortesía y en el espíritu de sacrificio y servicio a la hora de prestar ayuda. El valor insustituible de la familia se hace particularmente evidente en los casos de accidente. En la escuela del dolor se descubre el valor de os verdaderos amigos, pero por encima e todos, sobresale con mucho la presencia y dedicación de la propia familia. Anatolio Calle Juárez (Navatejera). Señor director: A mí me parece que en un partido político hay muchas personas que no están de acuerdo con algunas líneas maestras del mismo. Yo denuncio y me declaro en contra de la equiparación de las uniones homosexuales al matrimonio, simplemente porque, aunque los políticos se empeñen, tales uniones nunca serán matrimonio. Y me declaro en contra no porque sea o no de un partido (no soy de ninguno). Del mismo modo, seguro que en el partido socialista hay también personas que están en contra de semejante disparate. ¿Por qué no se manifiestan? Supongo que por no perder su «puesto» o lo que sea. Hay que ser muy valiente -siempre ha sido así en la Historia- para defender aquello en lo que verdaderamente se cree aun a costa del patrimonio, del honor e incluso de la vida. Ese valor del matrimonio es anterior al Estado y al cristianismo, multisecular. María Jesús Fanjul (Zaragoza). Resulta obvio que, para la tra nsparencia democrática, es elemental llamar a las cosas por su nombre. A las uniones homosexuales, por ejemplo, no se les puede llamar matrimonio porque son cosas distintas desde todos los lados: natural, cultural, social, histórico. Tiene, por ejemplo, poca precisión o ninguna llamar carácter laico del Estado a lo que es aconfesionalidad o neutralidad del mismo ante las creencias de los ciudadanos. Ni es correcto oponer la fe religiosa al saber científico. Porque son conocimientos distintos, sin que tengan que extorsionarse sino ayudarse. En ambos casos, cabe y está el pensamiento humano, bien que la fe penetra en la trascendencia (allá donde no llegan las facultades limitadas del hombre). Entiendo que el laicismo, en cuanto margina o combate la religión de alguna manera, es puro sectarismo e intolerancia, aunque lo haga en nombre del mejor pluralismo. Y, si se trata de nuestra cultura, tan avanzada en tantos aspectos, es, además, papanatismo, insensatez o ignorancia, ya que sus grandes raíces son principios cristianos, empezando por la dignidad humana, punto de apoyo de la verdadera democracia. Demócrito (León). Pedro Fernández (Trobajo del Camino).

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