Diario de León

LA TORRE VIGÍA

La primera en la frente

Publicado por
XOSÉ LUIS BARREIRO RIVAS
León

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LA DECISIÓN de poner fin a la práctica de una Iglesia subvencionada es la mejor noticia que podía dársele a lo católicos de verdad, ya que no hay mayor tristeza que ver cómo una jerarquía ramplona y cada vez más apartada de la base social de la Iglesia podía mantener su tozudo conservadurismo moral y político a base de impuestos pagados directa o indirectamente por todos los ciudadanos. También coviene recordar que, lejos de ser un ataque demoníaco de Rodríguez Zapatero, la decisión adoptada ayer por el Gobierno no hace más que cumplir un viejo acuerdo de progresiva autofinanciación de la Iglesia que los obispos venían dilatando de forma fraudulenta y con unja incuria gestora que rayaba en el escándalo. Por eso considero de suma coherencia este paso inicial que, en cuestión de financiación religiosa, encaja a la perfeccion en la idea de un Estado laico y europeo. Pero, una vez que Zapatero se arriesgó a dar «la primera en la frente», resulta imprescindible que los fieles estemos dispuestos a dar «la segunda en la boca», y que, lejos de usar de forma automática y acrítica el poderoso instrumento de financiación que se nos da al incrementar nuestra aportación voluntaria deducible del IRPF, conviene que empecemos a ejercer ese derecho conforme a nuestra condición de ciudadanos y católicos possedores de una cultura democrática avanzada. Nuestra obligación de católicos es la de financiar nuestra Iglesia de acuerdo con nuestras posibilidades, más allá, incluso, del uso obvio de los recursos fiscales. Pero esa obligación no puede ser exigida si las iglesias diocesanas no crean mecanismos transparentes de fiscalizacion y control, si no hacen una gestión eficiente de los recursos financieros y patrimoniales, y si no hacen partícipe a la comunidad cristiana de sus objetivos y resultados. La obligación de financiar a la Iglesia no puede incluir la Cope, los autobuses para manifestarse con el PP, y las ventas disparatadas del patrimonio parroquial, por poner algún ejemplo, y por eso estamos obligados a preguntar para qué sirve nuestro dinero y con qué eficiencia se administra. La tercera en el pecho le corresponde dársela, sobre su propia sotana, a los obispos, porque, pudiendo haber optado por una transición financiera ordenada y responsable, llevaron al límite una situación que ahora les estalla en las manos con graves consecuencias coyunturales. Y para terminar quiero aconsejar a los jerarcas católicos que no monten un escándalo por esta nimiedad material, porque ellos mismos tienen que aplicarse su cuento y saber que la providencia infinita de Dios escribe derecho con líneas torcidas, y que no cabe duda de que todo esto sucede, a los ojos de la fe, por bien de la Iglesia y de sus hasta ahora pésimos administradores.

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