QUERIDO MUNDO
Perder en Afganistán
ESTÁ CLARO que las tropas internacionales que acudieron a Afganistán con el amparo y la bendición de la ONU no hicieron ese viaje para cosechar una derrota y dejar aquel país tan mal como estaba o peor. Basta leer las declaraciones hechas en su día por los líderes occidentales para detectar la determinación y el compromiso que los movilizaba en la lucha contra el terrorismo talibán y de Al Qaida, fundidos en sus propósitos. Pero el tiempo no pasa en vano, y esa firme voluntad de antaño ha sufrido una fuerte erosión. Tanto que la propia Otan se ha negado a aprobar una pequeña ampliación de 2.200 efectivos para crear una unidad móvil de apoyo en el sur, donde mayor es la belicosidad de los talibanes. Es un síntoma especialmente preocupante, porque la situación no se ha normalizado en el país ni los talibanes han sido derrotados. Esto lo saben todos los países comprometidos en el apoyo al Gobierno legítimo afgano de Hamid Karzai, pero pocos están dispuestos a responsabilizarse y asumir mayores esfuerzos. Particularmente desconcertante es la actitud de Alemania, Francia, Italia y España, que han dictado tales restricciones operativas y geográficas a sus tropas que su labor apenas puede ir más allá de la de una oenegé. Lo cual es, en primer lugar, insolidario con los estadounidenses, canadienses, holandeses y australianos que libran fieros combates en Kandahar y el sur del país. En segundo lugar, esta actitud alienta a los yihadistas, que ven enfrente a unas tropas reducidas a defenderse. Es el mal camino en el que se ha entrado. Perder en Afganistán ya no es un imposible, porque algunos países han olvidado el objetivo antiterrorista y de defensa de los derechos humanos que los llevó allí. Por ello, si no hay enmienda, habrá derrota.