Recompensa

FUE EN EL OTOÑO del 96. Acababa de inaugurarse el rehabilitado Teatro Bergidum y, después de años de sequía, la actividad escénica era febril por aquellos días en Ponferrada. Los días tenían 28 horas y todas las mañanas llegaba una nueva petición de uso de la sala con propuestas que tenían que presentarse el día siguiente. Lo urgente iba apartando a lo importante. Dolores Seijas y José Ramos Yeimi llegaron entonces para plantearme un montaje de danza, un territorio virgen por entonces en la ciudad, tras los intentos que a principios de los ochenta protagonizaron Alfonso Ordóñez y Sabine Dahrendorf, justo antes de crear Danat Danza con la participación de las bailarinas bercianas Susana Castro y Beatriz Fernández. Con un sólido curriculum y las ideas sorprendentemente claras, Dolores me propuso montar una coreografía en el Bergidum, con jóvenes intérpretes formados en su escuela, «para dentro de un año». Mal acostumbrado al ritmo del localismo improvisado, confieso que aquella propuesta a medio plazo me cautivó e inició una colaboración con la vida cultural ponferradina que, sin ruidos excesivos ni alharacas, no ha cesado. La labor desarrollada en estos años, bien a través de la Asociación Berciana de Amigos de la Danza y del grupo Inquedanza, bien en colaboración con otros colectivos locales, ha sido tan intensa como poco conocida y de ella han surgido nombres que actualmente desarrollan su labor en el ámbito profesional, como Fran González o Raquel López Lobato, y espectáculos tan memorables como Ave Mundi Luminar o Euritmia , título que obtuvo la pasada semana el Premio del Público en la Gala de Danza del Teatro de Madrid, con el que todos nos hemos visto recompensados.