El cambio último

LA MENTALIDAD de los españoles ha variado radicalmente respecto al ahorro: antes no podían ahorrar y ahora no consideran razonable hacerlo. ¿Para qué guardar dinero pensando en el día de mañana, que no sólo cae en jueves sino que está al caer? Según el estudio realizado por la fundación de las cajas de ahorro, conocida por Funcas, estas cajas podían estar mucho más llenas si los españoles tuviésemos un mayor sentido de la previsión, pero debemos decir, como disculpa, que la mayoría tenemos una pésima relación entre nuestros ingresos y nuestros gastos. También se debe tener en cuenta que después de pagar la hipoteca de la vivienda queda muy escaso margen para ahorrar. Apenas un poco más del que les resta a quienes han terminado de pagarla y se enfrentan a la obligación de adquirir algún mobiliario, para dejar de comer a ras del suelo. Lo más significativo del cambio experimentado últimamente es, según la encuesta de Funcas, que quienes tienen ingresos más moderados son los que demuestran mayor apego al ahorro. Apenas son un 30 por ciento, pero merecen toda nuestra admiración. La austeridad es una virtud terrible. Necesita una gran fuerza de voluntad y una moneda débil: por eso estaba al alcance de nuestros mayores. Ahora, con el gran poderío del euro, quizá pase lo mismo, pero proporciona una cierta sensación de riqueza mientras pasa por nuestras manos. Por otra parte, no todo el mundo puede ser un manirroto. La prueba es que nadie que disfrute del salario mínimo ha sido declarado pródigo. Mi inolvidable amigo Chumy Chúmez decía siempre que los españoles no saben guardar dinero y apenas lo cogen se lo gastan todo en impuestos. En el supuesto de que el ahorro sea una virtud, debieran haberla practicado nuestros mayores, más que nada para darnos ejemplo.