Diario de León
Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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EN EL centro de la exposición hay una silla con flores y una foto de gran formato que debe ser de mediados de los noventa, en la que Francisco González, a medio camino entre el maestro de ceremonias de Cabaret y un personaje-instalación de Tadeusz Kantor, luce una amenazante guadaña y una risa altiva y estremecedora. Paco González murió a finales de septiembre y las flores lo recuerdan en la exposición que celebra los 25 años de Teatro Corsario y que estos días puede verse en la sala de exposiciones de Caja España en Ponferrada. La foto corresponde al papel de don Muerte, que este actor representó magistralmente en el montaje Coplas por la muerte del grupo teatral vallisoletano. El teatro es un arte que, paradójicamente, se resiste sabiamente a la representación, a ser reproducido por cualquier sistema. Una foto, una grabación videográfica, un elemento escenográfico o un vestido son elementos de gran valor documental que nos ayudan a comprender el pasado histórico del teatro pero que ni de lejos pueden sustituir al poso que deja en el espectador el recuerdo de una representación, que es la clave del arte escénico y de su efímera esencia. Y ahora mismo recuerdo cómo se me erizó el vello ante la aparición en escena de Paco, látigo en mano, guiando a los mundanos protagonistas de las medievales danzas de la muerte en aquel arriesgado montaje en el que Corsario aplicó con sabiduría una estética plenamente contemporánea a textos de Jorge Manrique o del Arcipreste de Hita y soportó por ello las críticas de muchos «modernos» de café. La foto de Paco/Don Muerte preside una exposición que trata de resumir un cuarto de siglo de trabajo con valiosos documentos entre los que flota el aliento de preciosos recuerdos.

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