Diario de León

HISTORIAS DEL REINO

Uno de cada cuatro

Publicado por
MARGARITA TORRES
León

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UNO DE CADA cuatro leoneses supera la barrera de los sesenta y cinco años. Un veinticinco por ciento que causa impacto y afecto, responsabilidad y reflexión, debate y concurso de ideas para mejorar su calidad de vida, petición agónica de un refuerzo generacional que empuje con fuerza desde el otro extremo de la pirámide poblacional. Huyen los jóvenes, se quedan los viejos, que con sus pensiones ayudan a reflotar una economía que planea con alas de negra mortaja en el horizonte. En un par de décadas nuestro nutrido modelo demográfico quebró por la base y engrosó en la punta, adoptando la imagen del champiñón, cocinado según las mejores recetas leonesas: al ajillo, para que ayude a mantener la tensión correcta con tanto susto en las noticias; salpimentado, por lo de la alegría de vivir; frito, por las subidas de los productos de primera necesidad que solicitan audiencia en el bolsillo del contribuyente para devorar sus cada vez más menguados ahorros. Y mientras nuestros mayores se interesan en salvar los restos del naufragio de esta tierra, y los que se encuentran en la franja vital de los veinte a los treinta se esfuman, sacrificamos a los que frisan los cincuenta y cinco con esa extraña fórmula de la prejubilación incentivada. Sacuden autoridades y empresas la zanahoria de la libertad, la disponibilidad de horarios, el disfrute de todo aquello que se dejó por imposible en los años mozos. Muerden el anzuelo camino de una pasarela sin retorno en un mar acechado por los tiburones de la inactividad, el descenso del poder adquisitivo y el duro reordene de toda una vida dedicada a la misma empresa que ahora les lanza a lo más alto del dulce no hacer nada. Más de dos mil prejubilados al año en León se suman a este nutrido grupo de personas con todo por aportar, una experiencia formidable a sus espaldas, y a los que se acompaña a la puerta de salida para que su sueldo, más o menos digno, pase a ser subdividido en pequeñas fracciones de becario de reemplazo con master mal pagado. Empleos de segunda división se esconden bajo los curricula de jóvenes deseosos de prosperar, parados de lujo se enmascaran bajo las fórmulas de la tutelada prejubilación. Algo falla. En Europa hace tiempo que se rentabiliza a esa casta de élite a la que llamamos jubilados mediante iniciativas tan notables como la English Heritage, que permite, por ejemplo, que muchos monumentos sean visitables y se encuentren protegidos a través del voluntariado extraído de este grupo humano que anhela sentirse útil. Otro gallo nos cantaría si Peñalba, Montes y tantos otros tuvieran a sus propios custodios-guías a tiempo parcial de cincuenta y pocos a ochenta, que, bajo la cazadora de amigos del patrimonio, escondieran sus corazones de luchadores probados por décadas de actividad laboral. La iniciativa del gobierno español de aumentar la edad de jubilación hasta los setenta para quien así lo solicite supone un primer paso en un largo camino hacia la sociedad del bienestar. Resta mucho por asfaltar, pero todas las obras comienzan con la primera piedra. Así se construyó hasta el Imperio Romano.

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