Diario de León

AL TRASLUZ

Provocación mezquina

León

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UN JUICIO en Haro concentrará mañana la atención de todos los medios informativos. Un hombre, de cuyo nombre no quiero acordarme, reclama 24.000 euros a los padres del adolescente a quien hace tres años y medio atropelló y provocó la muerte. Pide ser indemnizado por los desperfectos en su coche y los gastos de alquiler de otro. La víctima se saltó un stop con la bicicleta y no llevaba casco; el conductor había bebido y circulaba a mucha más velocidad de la permitida en ese tramo. «Lo del chico ya no tiene arreglo...mi coche, sí» ha declarado. En una entrevista le hemos visto afirmar con una sonrisita: «Gracias a Dios a mí no me pasó nada». La mezquindad suele ser la punta de un iceberg de tinieblas, la trampilla a un interior en ruinas. La sociedad ha reaccionado con indignación ante la tortura a unos padres forzados a asistir al teatrillo de un verdugo encantado de haberse conocido, reyezuelo de bravuconadas de barra. Ni rastro de sentimientos de culpa. ¿Y por qué he de tenerla, si no soy culpable? se preguntará él. Pero un fiscal, de cuyo nombre sí quiero acordarme, Juan Calparsoro, puede hacerle pagar su provocación, pues ha reabierto el caso, que tiene no pocas lagunas. Ciertos sucesos, que en principio parecen problemas concretos de unos ciudadanos determinados, se tornan espejos de nuestros valores y putrefacciones; eso es lo que ha ocurrido con esta noticia, protagonizada por un tipo del que cabe preguntarse si estamos ante ejemplar único, cómo desearíamos, o pertenece a una especie no precisamente en vías de extinción, cómo nos tememos. Lo mezquino irrumpe de los lúgubres recovecos de la vanidad resentida, sus zarpazos son más imprevisibles y dañinos que los de la estupidez. Qué contraste con la elegancia en el dolor mostrada por los padres.

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