Diario de León

TRIBUNA

Venus apanhou a caixa de camisinhas ...

Publicado por
JOSÉ LUIS GAVILANES LASO
León

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...Y SE dirigió hacia Papalaguinda a ganarse el pan con el placer del cliente. En el Paseo Sáenz de Miera, desde la Estación de Autobuses hasta el Palacio de los Deportes, hay un tramo de acera estrechado entre el seto del polideportivo y el vallado de una obra paralizada hace ya más de un lustro para asentamiento de una gasolinera. Aunque hagas la vista gorda, resaltan en ese corto corredor, junto a los robustos chopos, multitud de preservativos. Los hay de todos los colores. Destacan los fucsia intenso, como fresas salvajes. Para que conste en el repertorio de la práctica del sexo a la intemperie. Pero antes de volver a este punto, unas breves notas entre lo vivido por quien suscribe de aproximación a la historia del sexo en abierto de esta ciudad mesopotámica y mesoférrica. De niño, años cincuenta, por las alturas del barrio de San Esteban, «La Arenera» y «La Patro» ocupaban el liderazgo prostitucion al. Auténticas leyendas en el arte de descapullar a primerizos y desfogar a descapullados. En edad juvenil, dado al balompié, me alisté en las huestes del Club de Fútbol San Lorenzo, ubicado en el entonces «Barrio Chino» de la ciudad. «El Tuerto» era el establecimiento de bebidas que funcionaba como centro principal de enganche para el fornicio. Muy próximo estaba «Casa Frade», que era el domicilio social del club. También visitado por prostitutas de las clases pasivas, baja frecuencia o contubernio circunstancial: la «Peque», la «Chata», la «Cupatrás» y otras cuyo nombre no recuerdo. Ponles una manguana de vino a los chicos, Maragato, decía al dueño la «Peque», siempre encigarrada, si el resultado había sido de victoria. Y es que habrá pocas especies humanas tan generosas. Que se lo pregunten a sus chulos. O a «El Pana», un añoso torero mejicano muy singular, a capotazos con el alcohol y espadazos con la miseria. Un día cogió los trastos y, dirigiéndose al abarrotado tendido de la Monumental de Méjico D.F., dijo bien alto: «Brindo este toro por las damitas, damiselas, princesas, vagas, salinas, zurrapas, suripantas, vulpejas, las de tacón dorado, pico colorado, las putas, las buñis, pues mitigaron mi sed y saciaron mi hambre, y me dieron protección y abrigo en sus pechos y en sus muslos, y acompañaron mi soledad. Que Dios las bendiga por haber amado tanto». También alrededor de la Cultural Leon esa del pretérito indefinido, antes de caer en la categoría ovina o segunda beeeeee de la que no consigue elevarse, revoloteaba la mocedad de virtud distraída, como las soldaderas que, para el descanso del guerrero, acompañaban a los cruzados a Tierra Santa. Entre tantas pelotas, a «La Lunares» alguien del club la puso a parir. Que si el delantero centro, que si el defensa central, que si el cancerbero. Ella dijo siempre que era de Cabal, un brioso medio centro asturiano. En Lisboa, en mi época predoctoral, poco después del incendio de la Embajada Española, salía por las noches a librarme del bochorno con el olor de las adelfas. En el camino hacia los jardines de Campo Grande tropezaba siempre con una muchacha triste y esmirriada, con bombo ya pronunciado, haciendo la calle. Parecía sacada de una novela de Pío Baroja. Me daba una pena infinita. Más que para expolvoreos, la pobre estaba para que la cantasen una saeta. ¿Qué habrá sido de aquellas dos criaturas? De regreso a la residencia, un día me encontré con la escena patética de una redada de la policía contra el puterío de la zona. Mientras los guardiñas las metían a empujones en el furgón, gritos desgarradores, como: «¡Qué voy a dar de comer a mis hijos mañana!», ponían la piel como lija del 30. Vuelto a la patria, seguí con el fútbol a patear los domingos los prados de La Palomera, antes de que se asentase sobre ellos la enseñanza superior. Eran tantos los vestigios de gozos y placeres esparcidos entre el césped, que, emulando el nombre del estadio del Murcia, bautizamos aquel campo como de La Condonmina. Es momento, pues, de volver a la margen derecha del Bernesga. Y, una noche reciente: - ¿Haces el amor? - Não, «jodo» - Anda, mira, sin retórica, directísima y... portuguesa. ¿Cómo te llamas? - Não sou portuguesa, sou brasileira, de Rio, chamo-me Venus. - Oye, qué apropiado; y qué intuición la de tus padres. - Pois, é. E essa ao lado que vai montag no cago é também brasileira, a Celesche. E essa loira ai perchinho é a Lucero; y aquela outra lá... - Espera, no me digas, Estrella. - Não, Sol. Somos todas cariocas. Mas, ¿não queres um serviço? Com tanta interrogação, ¿não serás «poli» ou jougnalista, talvez? - Ni «poli» ni «mili» ni «peri». No está hoy mi cuerpo para servicios, ando un tanto desganao y flácido. Vengo, simplemente, de curioso. Algo así como de cronista oficioso de la ciudad. Pero no te preocupes, que no estás perdiendo el tiempo conmigo, pues te voy a pagar de todos modos. ¿Cuánto cobráis por el servicio? - Depenche se é à luz da lua ou «em pista cubegta». - Mejor a cielo abierto, como si fuese ahí de pie junto al chopo. - Pois são vinche pavos. Mais um da camisinha, se fosse em efechivo. - Aquí, tienes los veinte euros por atenderme, y cinco más por la charla. Pero, referente a las «camisiñas», deberíais acordar con los clientes meterlas en una bolsita de plástico y tirarla en el contenedor más próximo. A la vista, sobre el suelo, no es estético y, además, va contra la higiene. Puede que algún niño, en un descuido de los padres, se lleve las gomas a la boca para inflarlas como si se tratase de globos. Como me une buena amistad con el alcalde, teniendo en cuenta lo acontecido recientemente en Holanda, si está de su mano e instancias superiores no lo impiden, haré que os libere de la clandestinidad y reserve un lugar en territorio municipal para que podáis dar placer al aire libre sin que nadie os moleste. Con recipientes, eso sí, para depositar las «camisiñas», y asentamiento más cómodo para el hecho laboral. - Seria óchimo teg um canchinho (rincón) pra nós. - Le pondríamos incluso nombre: «El Rincón de Venus». - Fodas, que genchil é você. Venus não queg protagonismo nenhum. Seria melhog «O Canchinho das Virgens», ja, ja, ja. ¿Não acha?, cronista of.... - Oficioso, Venus, oficioso. Muy aguda, se te ve salida del Olim po. Pero, ya sabes, transmítelo a tus amigas siderales de la peña carioca Celeste, Lucero, Sol, y demás colegas allende y aquende el charco: el condón, a su rincón, que por el suelo, no.

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