Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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QUIENES creen en la Divina Providencia y dicen eso de «Dios proveerá», están convencidos de que en este planeta suburbano hay alimentos para todos. Achacan el terrorífico hecho de que dos tercios de sus habitantes no puedan hacer habitualmente la digestión a otras causas, que también debían estar previstas, como el egoísmo, la ambición y la torpeza. Bien distribuidos o, al menos, medianamente distribuidos, habría para todos, aunque ahora seamos muchos más que en los míticos tiempos de Adán y Eva, que jamás pensaron que constituirían una familia tan numerosa. Tampoco el subdirector de la FAO, que es catalán, había calculado que el número de presuntos comensales sería tan numeroso. La crisis de alimentos es según él, el mayor reto al que se ha enfrentado su benemérita institución. Desde que estuve en la India, hace treinta años o cosa así, no confundo el hambre con el apetito. Entonces morían allí de inanición unas 25.000 personas diariamente, pero ahora algo han variado las cosas. En aquel tiempo no había crisis alimentaria porque no había alimentos. Ahora en la India, en China o en Bolivia lo que quieren «es comer filetes». Una legión innumerable de carpantas sueñan con un entrecot como sustitutivo de las tortitas de arepa o del arroz. La Organización para la Agricultura y la Alimentación piensa que son los precios de las materias primas los culpables del nuevo tsunami que está asolando a 53 países. Antes, las crisis alimentarias se debían a las catástrofes naturales, que nos confirmaban que la Madre Naturaleza tiene muy mala leche, pero ahora los responsables son los biocombustibles. ¿Cómo quejarse de la crisis española sabiendo que 100 millones de personas pasan hambre? Sólo hay una forma: negarse a ser ciudadanos del mundo y seguir siendo cada uno de nuestro pueblo.

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