Diario de León

EN EL FILO

Ese lendakari que nos visita

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APARECÍAN este sábado algunos editoriales en la prensa de Madrid pidiendo a Zapatero que suspenda la visita que el lehendakari Ibarretxe va a realizar a La Moncloa esta semana. Se basaba esta petición en el hecho de que el PNV ha apoyado una moción en el Parlamento vasco condenando -por cierto, sin mayores pruebas- presuntas torturas policiales contra detenidos etarras. No estoy muy seguro de que ZP deba hacer caso a tales editoriales, aunque cierto es también que espero muy poco del encuentro entre el presidente del gobierno español y el inquilino de Ajuria Enea. Ni ese apoyo a la fantasmal moción de Aralar sobre hipotéticas torturas, que constituye toda una injuria contra el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, ni el mantenimiento de la idea de celebrar una consulta entre los vascos en octubre, consulta aún no especificada ni detallada por parte del PNV, son motivos bastantes, me parece, para anular el encuentro. Debo reconocer que, pese a algunos errores de bulto -el «caso Taguas» acabará pasando factura al gobierno socialista en general y al ministro Sebastián en particular, ya lo verán-, pienso que Zapatero no lo está haciendo del todo mal tras su victoria en las urnas el pasado 9 de marzo. Trata de cerrar conflictos diplomáticos (y lo hizo este fin de semana con el venezolano Chávez, al tiempo que apagaba un brote de incendio con la Italia de Berlusconi) y, a escala doméstica, proclama su deseo de llegar a consensos amplios con las restantes fuerzas políticas. Claro que la crisis interna que vive el PP, ante la que Zapatero está demostrando una elegancia no demasiado complicada de mantener, complica los acuerdos, al menos hasta después de que se celebre el congreso de los «populares» en Valencia, dentro de un mes. Y claro, también, que esa crisis resta músculo a la oposición contra el gobierno: resulta curioso que haya tenido que ser la mínima Unida la que lleve el caso Taguas al Parlamento. Pero todo ello es provisional; la legislatura aún ha de dar muchas vueltas, aunque forzoso es reconocer que ha comenzado con brío y con muchas noticias. Y bien para ZP y mal para un Mariano Rajoy que, aseguran, aguanta con bravura los embates, sabiendo que pasarán. Sin embargo, no todo es horizonte rosa para el presidente. La marcha de los nacionalismos hacia vaya usted a saber dónde me parece preocupante. Pienso que los nacionalismos son, más que doctrina política, formas de entender la vida, estados de espíritu y, por tanto, hay que respetarlos como algo consustancial con la existencia de algunas personas. Pero en España se están dando formas extrañas de entender y practicar el nacionalismo y, si yo fuera Zapatero estaría preocupado ante la que nos echa encima en algunas fechas emblemáticas: la sesión plenaria en el Parlamento vasco a finales de junio, los congresos de Convergencia Democrática de Catalunya y de Esquerra Republicana, en julio, la consulta del lendakari en octubre y el posible dictamen del Tribunal Constitucional acerca de la legalidad o no del Estatut catalán. De momento, ya se están escuchando voces en Barcelona pidiendo la dimisión de todos los magistrados del TC. Eso, como aperitivo de lo que viene.

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