Diario de León
Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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RECONOZCO que, al lado de mi absoluta ignorancia sobre la ciencia económica (esa disciplina que de no ser por la tozuda realidad podría llegar a tener una gran capacidad de predicción), es creciente mi fascinación por el lenguaje económico, en el que se encuentran perlas de gran calado poético. Como estos días lo económico no abandona las portadas, los ejemplos abundan y las habitualmente prosaicas bolsas, tan melancólicamente «volátiles» en otros momentos, «se asoman ahora al precipicio» destapando «el debate sobre el riesgo moral». La soberbia de los banqueros y la arrogancia de los especuladores arropa sus excesos con la creación de un nuevo género literario, mientras asistimos a la bonita representación de la fiesta de los locos, en la que los más conspicuos defensores del ultraliberalismo piden un paréntesis en la economía de mercado y lamentan que Fidel Castro esté ya mayor para ponerlo al frente del «mundo libre» durante un ratito, mientras escampa y se enjuagan las pérdidas con dinero público; de un mundo al revés en el que los neoconservadores nacionalizan empresas en quiebra y los gobiernos socialdemócratas confían en el libre mercado como el detergente idóneo para limpiar las cochinadas de la economía. Hace ochenta años se vivieron tiempos de prosperidad y de exceso. A pesar de las advertencias, muchos creyeron que el mercado podía sostener indefinidamente niveles altos de precio. En octubre de 1929 el sueño se convirtió en pesadilla y hasta los años cincuenta no se recuperó la economía mundial. En esta reedición del momento en el que un sistema para el que no hay recambio se va a la mierda «están muriéndose de ganas de aprobar una nueva ley en la que sea considerada vista la ceguera», como vaticinó un visionario cabreado llamado Harold Pinter.

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