Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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ALGUNAS personas mayores, ataviadas con oros y con lutos, generalmente ajenas a la paternidad, reprueban que se eliminen «embriones no aptos». Dicho de otra manera: los obispos condenan la selección genética, ya que creen que supone un atentado contra los principios básicos del derecho a la vida. Primero hay que estar muy seguros de cuáles son los principios básicos, pero siempre son de admirar las personas de ese conjuntado gremio capaces de desterrar toda duda y de creer, por ejemplo, que el problema de la sequía puede ser tratado mediante la oración. Todos ellos están en contra de un niño chico y no se han preguntado, como el poeta, si pudiera ser una versión actualizada del Niño Jesús. «Cuando con los otros niños, de niños, jugabas tú, ¿sabías o no sabías que eras el Niño Jesús?». Los señores obispos lo saben todo. Ya no declaran que desviar el curso de los ríos, significa «enmendar la obra de Dios», como en otras épocas. Han avanzado más en las cuestiones hidrológicas que en las genealógicas. Admiten ya que llevar agua a un terreno colindante para favorecer el cultivo de lechuga, no representa alterar los planes divinos, pero en otras cuestiones les importa un pepino. ¿Qué mal puede atraer el castigo sobre la pareja constituida por Javier y Soledad por permitir que el nacimiento del «bebé medicamento», libre de una grave enfermedad hereditaria, haga posible sanar a su hermano enfermo? ¡Por los clavos de Cristo!, que no es improbable que se los hubiera clavado uno a uno, en el reverendo culo, a los que se hicieron cargo de las más hermosa doctrina que todavía circula entre los terrícolas. En el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla ha nacido un niño. Adorémoslo los pastores, salvo los de la Iglesia.

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