Diario de León

LA VELETA

Dos grados en Reikiavik

Publicado por
AGUSTÍN JIMÉNEZ
León

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AL CAMBIO actual, 36 grados Fahrenheit solo hacen dos grados. En Islandia les ha pillado un fresco prematuro. Los dichosos ciudadanos que otrora sólo rendían cuentas al océano esperan como agua de mayo un préstamo del Fondo Monetario Internacional (otra institución en la picota) y han perdido (frente a Austria y Turquía) el asiento del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas al que aspiraban. Los solitarios desean hoy un puesto en la mesa común de la Unión Europea. Como en todos los rincones de la Unión, en los bares de Reikiavik suena la voz gangosilla, de Carla Bruni, primera dama en ejercicio de la Unión, la italiana que se casó con el húngaro que manda en el imperio. El ministro de hacienda de Turquía -o, más en concreto, Kemal Unakitan- ha asegurado que tomará medidas para que en su tierra no se interrumpa el flujo crediticio. En Estambul se ha abierto un nuevo proceso contra una nueva conspiración de 86 personas que conspiraban para derrocar la vieja república islámica. En Austria, una tristísima multitud, con abundancia de lodenes negros -loden/lodos- , ha dado su último y sentido adiós a Jorg Haider, muerto a 140 kilómetros por hora. En Italia, Saviano, el de Sodoma y Camorra, sigue corriendo de la mafia napolitana, a la que el Papa dice que prefiere no soliviantar. Saviano aún no pasa apuros económicos. En Francia ha muerto Soeur Emmanuelle, icono de las mujeres buenas. Carla Bruni no es una monja. ¿Amará de verdad a su Nicolás (con N de Napoleón)? Jorge Luis Borges, que no entendía islandés ni tampoco sabía mucho de Islandia -como todas las leyendas, ésta también es falsa-, amó esa isla por su lejanía, por enredarse con las metáforas, por dar asilo a Snorri Storluson y porque Islandia fue el primer país del mundo que ordenó sus leyendas. Pero el cuento se te acaba en cuanto te tienen que dar un préstamo y la única leyenda de ahora la hilvana Carla Bruni, primera dama de Francia, en los altavoces de Reikiavic, melosa, fácilmente desnuda como en Internet, vaga e inexistente como un París de literaturas. Islandia, por su parte, deberá contentarse con su enorme tesoro de salmones muertos. Los puede ahumar. Al napoleónico consorte de Carla Bruni, unos piratas chistosos le han birlado un trozo de la cartera en internet. La Red es el nuevo océano por el que todos estamos zozobrando. Un océano de chismes y ballenas. El océano de peces ahumados en que se ha hundido Islandia, otro continente perdido.

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