Luces desvaídas

EL ENCENDIDO de las luces navideñas que iluminan las ciudades ha reavivado la controversia sobre el gasto energético y el coste económico que conllevan. Que la mayoría de los grandes ayuntamientos haya optado por mantener la tradición, pero moderándola en su despliegue y duración, supone un intento de conciliar las nuevas estrecheces presupuestarias con la pervivencia de la costumbre. Sólo el consistorio barcelonés se ha mostrado dispuesto a resistirse a los recortes también en este apartado con el argumento de que es preciso romper «el impulso psicológico de tristeza». Es insólito que una decisión política que compromete miles de euros se justifique en motivos tan etéreos como el decaimiento del ánimo de la ciudadanía. Un factor, en todo caso, tan subjetivo y personal que cabe preguntarse si las bombillas navideñas no contribuyen, en realidad, a despertar una melancolía contraproducente en tiempos adversos.