Diario de León

TRIBUNA | AGUSTÍN TURIEL SANDÍN

Reivindicación de la empresa pública

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HA DICHO el presidente en funciones de la Fele, Javier Cepedano, persona a la que aprecio, que «habría que privatizar todos los servicios (públicos), porque está demostrado que así están mejor gestionados». Está en su papel. Faltaría más. Sería impensable que desde una organización empresarial se sostuviera lo contrario.

No censuro sus palabras, simplemente no las comparto. Lo que censuro es la falta de una contundente contestación a las mismas desde la izquierda. Lo que censuro es que desde una parte de la izquierda que se dice socialdemócrata se predique que el sector público empresarial debe ser residual y meramente subsidiario del privado, postura que, por otro lado, no aceptaría alguna derecha europea, léase la francesa.

Decir, como también hace Cepedano, que la producción de bienes y servicios, incluso públicos, es más eficiente cuando la realiza una empresa privada, es un dogma, que como todo cuerpo dogmático no permite su contraste con la realidad porque de hacerlo resultaría inmediatamente rechazado. En su descargo hay que decir que utilizó la palabra «creemos». Bueno, si es cuestión de fe, cada uno tenemos nuestras propias creencias.

A mí me cuesta ver en que ha mejorado la gestión Endesa desde que fue privatizada. Como consumidor no lo percibo y como ciudadano he visto su debilidad hasta el punto de que ha sido opada por una empresa extranjera, casualmente pública, lo que desde luego no habría sucedido si hubiera seguido siendo empresa pública española.

Es verdad que en cuanto a servicios ofrecidos ha mejorado mucho Telefónica en los últimos años; pero creo sinceramente que se ha debido a los avances tecnológicos, no a su privatización. Mas bien creo que la privatización ha conllevado reducción de empleo y la desaparición de las oficinas presenciales de atención al cliente.

¿Hay alguien que pueda sostener que funciona mejor Iberia ahora que es privada, que antes cuando era pública?

Y qué decir de las nevadas y las autopistas. ¿Puede alguien entender que por una nevada se corte el paso hacia Asturias por la AP-66 gestionada por una concesionaria privada, y no se corte por la N-630 gestionada por el Estado con una orografía tan difícil que incluye un puerto como el de Pajares?

Y no digamos nada cuando hablamos de monopolios naturales gestionados por empresas privatizadas: Red Eléctrica Española y los fallos de suministro en Cataluña, Retevisión y la extensión a todo el territorio nacional de la TDT.

Pone Cepedano de modelo de gestión de servicios públicos por empresas privadas el del transporte o la limpieza en León. ¿Tiene algo que envidiar Gijón, que los gestiona con empresas municipales, Emtusa y Emulsa, a León? Rotundamente no y además le cuesta mucho menos. ¿Sabe Cepedano que con lo que León gasta en limpiar las calles, recoger la basura, limpiar los centros municipales y escolares, y conservar los parques y jardines, Emulsa en Gijón hace lo mismo, pese a tener el doble de población, y además limpia las playas?

No estoy estigmatizando a las empresas privadas, siempre he admirado y en lo que he podido apoyado al empresario honesto: nadie me lo negará. Pero, ni siquiera en libre competencia, acepto que sean más eficientes las empresas privadas que las públicas. En unos casos serán más eficientes unas, y en otros, otras. Todo depende de las capacidades de las personas que las gestionen.

Como socialdemócrata reivindico el papel de la empresa pública en todo caso, en libre competencia y en monopolio. Y, como economista, reivindico para la empresa pública la gestión de todo monopolio natural. Como Javier Cepedano recordará de cuando estudiaba Económicas, la máxima eficiencia, al menos de modo teórico, o se alcanza en libre competencia o mediante monopolio social, y cuando la naturaleza de una actividad económica conlleva al monopolio natural, sólo su gestión por una empresa pública puede reconvertirlo en monopolio social, que es, según la Teoría Económica, tan eficiente como la libre competencia.

Por eso, en mi doble condición de socialdemócrata y economista, rechazo la gestión de servicios públicos por cualquier método que no sea la gestión directa, bien por la Administración Pública que sea titular de los mismos, bien por una empresa totalmente pública perteneciente a la misma.

Y precisamente por eso manifiesto desde aquí mi rechazo frontal a la privatización del Servicio de aguas puesta en marcha por al Ayuntamiento de León. Y no me sirve de justificación la, sin duda, pésima situación económica y financiera del mismo. No lo aceptaría aunque sólo fuera mala la situación financiera, es decir, que sólo faltara liquidez. Buscaría otras alternativas. Pero es que además de ser mala la situación financiera, es mala la situación económica, los ingresos ordinarios no llegan a cubrir los gastos, y con esta medida los ingresos ordinarios siguen siendo insuficientes para cubrir los gastos.

Porque vamos a suponer, que ya es suponer, que con los 20 millones de euros a percibir por una sola vez de la privatización del Servicio de aguas se logren nivelar, que lo dudo, las cuentas de 2009. Y en los diecinueve años siguientes ¿qué hacemos? ¿Qué vamos a vender en 2010 para nivelar el presupuesto? ¿Y en 2011? ¿Y en 2012? Y así ¡hasta 2028! ¿Quedará en 2028 algo por vender o tendremos que vender el cargo de alcalde?

Como militante socialista lamento que un gobierno municipal presidido por un militante del PSOE promueva la privatización de servicios públicos, sean de obras y jardines, sean de abastecimiento de agua. Sé que más pronto que tarde, la ciudadanía nos lo demandará. Como también militante de la UGT me satisface que mi Organización Sindical se haya posicionado claramente en contra de esta política de privatizaciones. ¡Estoy con mi Sindicato!

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