Diario de León

LA ASPILLERA | VICENTE PUEYO

Tiempo de catarsis

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VICENTE PUEYO
León

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EL DICCIONARIO nos permite elegir. Catarsis : «Entre los antiguos griegos, purificación ritual de personas o cosas afectadas de alguna impureza». «Eliminación de recuerdos que perturban la conciencia o el equilibrio nervioso». Nos quedamos con la segunda definición. Parece más ajustada a lo que está ocurriendo. Nuestra sociedad parece decidida, obsesionada, con quitar telarañas perturbadoras. Enciendo la radio y, al hilo de esa noticia demoledora de que religiosos de centros católicos irlandeses abusaron de cientos de menores durante muchos años, se sugiere la conveniencia de un debate doméstico, en nuestro país, sobre este escabroso asunto. No parece que sea un mal ejercicio, ( la verdad hace libres dijo el que lo dijo) pero, al mismo tiempo, no es fácil eludir un pegajoso escepticismo: entre el debate serio y constructivo y la generalización injusta y banal se levanta una frontera muy endeble. Y es que hay medios de comunicación que hace tiempo que demuestran que no va con ellos eso del matiz y de la ponderación, que sólo les interesa la sal gorda. ¿Se acuerdan ustedes del lema «formar, informar, entretener», aplicado a los objetivos del quehacer periodístico?. Pues borren lo primero. Los medios pueden y deben ejercer su función revulsiva en la sociedad pero hay cosas que sólo se «catartizan» en casa. Son unos padres preocupados por sus hijos -y así lo ponen de relieve sensatos psicólogos-, los que deben ser capaces de generar un ambiente de cercanía y confianza que permita a sus hijos comunicar y discutir situaciones que pueden ser muy comprometidas y que les llenan de culpabilidad y de dudas.

Y esto podría aplicarse también a otro de l os asuntos que están llenando más páginas estos días: la polémica reforma de la ley del aborto. Uno, que no se siente ni pro ni contrabortista (¿vale este término medio de no sentirse con derecho de juzgar a nadie por una decisión tan personal y tan difícil?) sí cree que sería menos perturbador que no hubiera barreras de silencio en la propia familia, que haya información clara y objetiva, que se subraye la importancia de la responsabilidad personal aunque sólo se tengan dieciséis años y que siempre se ponga por delante, como una bandera, el valor esencial y misterioso de la vida. La ministra de Igualdad, que se metió en un absurdo laberinto con su afirmación de que «un feto de 13 semanas es un ser vivo pero no un ser humano», habría hecho bien en subrayar con más énfasis que la vida es lo más importante y hermoso que tenemos y que, cuando hay una en camino, hay que buscar todas las soluciones posibles -facilitar las adopciones es una de ellas- antes de llegar a dar un paso que es evidente es que ninguna mujer da por gusto. Con esa «catarsis de responsabilidad» ejercida en la propia familia, quedaría como excepción lo que debe de ser sólo eso: la excepción.

Da la impresión de que el que de verdad necesita una urgente inmersión catárquica es nuestro Gobierno. Una profunda reflexión que sirva para apercibirse de que eso que llaman la ciudadanía, puede ser más responsable de lo que se cree. Pero quienes mandan no parecen creer en la mayoría de edad de los ciudadanos y los ciudadanos creemos cada vez menos en sus cuentos y en sus graciosas dádivas. Por eso, la liberación, la purificación ritual, la catarsis, va creciendo a medida que nos alejamos de ellos.

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