Diario de León
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Aquí te espero CAMiNO Gallego

La suerte es importante, pero no hay que fiarlo todo a ella. Es el caso que en la capital leonesa las aceras son más bien raquíticas, llenas de obstáculos y baches, por lo que los peatones tenemos que ir con cien ojos cuando caminamos. Pero es que desde hace un par de años se necesitan bastantes más de esos cien ojos porque a los peligros habituales ha venido a sumarse otro bastante mayor.

Me refiero a la proliferación de bicicletas por las aceras, que pasan en su mayoría a toda pastilla, sin luz por las noches (y las calles ya son suficientemente oscuras) y en muchos casos en dirección prohibida. Y lo hacen con total impunidad, pues nunca he visto que a ninguno de ellos le hayan parado. El problema se está generalizando y cada vez son más, tanto por los barrios como por el centro, por lo que aumenta considerablemente la posibilidad de que se produzca un accidente.

Puede salir de casa y según baja el peldaño del portal dar con sus huesos en el suelo, sin enterarse de que una bici le enganchó al pasar por delante a toda velocidad. Y el ciclista ya estará bastante lejos cuando usted reaccione instintivamente gritándole. Puede que atraviese el puente de San Marcos, al final intente cruzar al otro lado y note una ráfaga de viento, porque a punto estuvo de llevárselo por delante un ciclista que pasó como un rayo viniendo por su espalda. Son casos que han ocurrido y por suerte, sólo fueron sendos sustos.

Soy de los que creen que el futuro de las ciudades está en peatonalizar y usar la bicicleta en el casco urbano, pero siempre cumpliendo unas normas. Aquí no hay carril bici en las calles por falta de espacio, así que tampoco debe permitirse que circulen por las aceras. Cuando se produzca un accidente será demasiado tarde. Y lamentarse no servirá de nada.

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