Diario de León
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El aullido | luis artigue

Porque es especial y te llega muy dentro el arte surrealista de este forjador de mundos es como un beso entre las cejas-¦ Hay quien sueña su obra antes de pintarla -he aquí un caso- y por eso en cada instantánea plástica, como en los sueños, no hay lógica pero sí mucha verdad. Hablar pues de sus cuadros es hablar sobre sus viajes, sus lecturas, su espiritualidad iconoclasta, sus locuras y su lenguaje sólo en apariencia desatado, sí, pero principalmente es disertar sobre sus sueños-¦ Los sueños de José de León son una borrachera de vida.

En efecto existe desde antiguo una tradición en lo que tiene que ver con el lenguaje de los sueños, la cual tiene su culmen en la Biblia cuando José cambia el curso de su destino al descifrar el significado de los sueños del Faraón de Egipto. Dicha tradición toma rango de ciencia con Sigmund Freud y su terapéutica interpretación de los sueños, y cobra rango de arte con el Manifiesto Surrealista de André Breton. Sin embargo aquí llega ahora José de León con esta exposición onírica, sita en la Sala Provincia del ILC y las salas del edificio contiguo, para aportar misterio al misterio.

Posee este pintor un lenguaje ya muy rico el cual retoma a Chagall y los surrealistas franceses, a Miró, Granell, Oscar Domínguez, Dalí y la pintora inspirada en la iconografía cristera de los cementerios mexicanos -”Leonora Carrington-” para, al aunarlo todo con influencias filosóficas y religiosas diversas, consumar un canto a la libertad intelectual, emocional y vital: el arte de José de León, como el lenguaje de los sueños, parece remitir a la locura aunque en verdad conduce a la verdadera libertad. Adéntrense sino en la exposición, y se encontrarán con cuadros inquietantes, esotéricos, como el titulado El teatro de los niños de cristal en el que se vislumbra la influencia de Víctor Brauner, el pintor de la Rumania vampírica. ¡Y ese mismo esoterismo nos asombra en El mundo Disney!

La audaz imaginación de José de León, digna heredera de El Bosco y el Apocalipsis de San Juan, se materializa en cuadros de gran formato con fondos de rica paleta y gran profundidad, pero en los cuales, a modo de microcuadros, aparece en primer plano cierta figuración minuciosa, proliferante, que representa sugestivas escenas imposibles estableciendo así un segundo grado de ficción: ¿más que una vista aérea tal perspectivismo trata de otorgar al espectador los ojos de Dios? Todo nos demuestra el gran momento en el que se encuentra este pintor -habla de su madurez expresiva el dominio de la perspectiva y el color al jugar hábilmente con las transparencias y las aguadas para eliminar texturas sin perder plasticidad-... Pero lo asombroso es la riqueza simbólica y la inventiva. Temáticamente no faltan aquí momentos de denuncia como en La patera santa o El perro de la ira, con caricaturizaciones, guiños a clásicos como a Millet y árboles que son el ramito de venas del que hablaba Lorca-¦ Pero el contraste a esto lo ponen ciertos cuadros líricos de gran delicadeza emocional como Prusia nevada. África, la India, México, Las Médulas y otros primitivismos. La incorrección política como bella expresión revolucionaria...

Ciertamente el arte de José de León es como un beso entre las cejas.

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