María, Lafuente de Cibeles

Del negro a lo luminoso, con neoexpresionismo y conceptos urbanos, en atmósferas sensoriales en las que la música palpita como corazón de la ciudad, María Lafuente regresó a Madrid y, por cierto, volvió a peregrinar desde el Círculo de Bellas Artes a la Cibeles, con sus veinticinco modelos y su Luz, como ha denominado a su nueva colección, que presentó ayer dentro de la cita más importante de la moda en España: la Cibeles Madrid Fashion Week. Y triunfó porque a poco de comenzar el desfile, que se inició con puntualidad, los aplausos acompañaron a los modelos y la siempre exquisita ambientación musical que propone María Lafuente. Y con la diseñadora leonesa, el encuentro volvió a ser un ejercicio de juego con las sensaciones. Pasaban modelos con sus prendas y en ellas se suponían vidas o actitudes. O filosofías, algo muy de María Lafuente. Había que percibir la calidad del diseño o sentir lo global de escenas urbanas a ritmo de músicas de aire industrial. Y después, casi, el paso estacional hacia el romanticismo. Cuando llegó el color negro, y las telas pintadas por Pedro Sandoval, el público se entusiasmó y el desfile de María Lafuente ya lo había ganado ella con esos diseños personales, que le surgen de lo más interno pero que son de y para carne y hueso, como si de alguna forma nos dijera que la vanguardia está bien pero mejor si pasa por delante de la puerta de casa. María Lafuente repitió visita a Madrid (en 2006 acudió por primera vez a la cita) y volvió a triunfar porque ella no se repite a sí misma. Puede que haya reinvención pero como su juego temático se antoja infinito volverá a sorprender con su tono pausado. El encuentro acabó con lanzamientos de confeti desde esos tubos manuales que tanto han proliferado. Uno de ellos, por cierto, lo disparó el periodista Juan Ramón Lucas, presente en el desfile junto a Sandra Ibarra. Después del éxito, y del paseo a Cibeles, llegó el momento de los pinchos. Y aquí la prenda que más triunfó fue la cecina. Oto homenaje a León.