Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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El Manuscrito de Astorga de 1624 es un privilegio leonés y un orgullo que quizá no merezcamos. Es el tercer documento más antiguo de Europa describiendo artes de pesca de río con moscas artificiales, envidia general del mundo, un tesoro documental de consideración que la Diputación compró en su día a los herederos de Julio del Campo para regalárselo después a Franco (con cabezada, sonrisita y por la cara, maldita la hora y el listo del culo) y cuando se pretendió recuperarlo, la familia generalísima supuso que ardió seguramente en el incendio de «su» pazo de Meirás... y si te he visto, no me acuerdo. Échale un galgo.

Pero tenemos su facsímil, el vero retrato de ese recetario de unas moscas caligrafiadas, anotadas en papel de barba por un cura astorgano de rentas y de buen llevar, curón afable y burgués le imagino, todo un personaje con muchísima novela solapada en su biografía.

Las moscas del manuscrito son tan sofisticadas, que han de ser hijas de viejas artes locales, así que no es difícil que desde este cruce leonés de la Europa medieval les llegaran a los ingleses nuevos trucos de anzuelos emplumados, como señala algún historiador, aunque pretendan ser los pioneros europeos porque es más viejo su manuscrito de Dame Juliana Bernes , que no era hembra, sino abad tentado por cañas y ríos que firmó como Juliana su tratadillo de aficiones nada teológicas (nuestro cura no anduvo con pseudónimos ni escondió el bulto, puso Juan de Bergara y así se le averiguó el perfil).

Esas moscas eran enigma inexcrutable y nadie daba con la forma de montarlas. Quien lo intentó, desistió. Pero, al fin, alguien, tras quince años de averiguaciones, propone el aspecto que tienen los treinta y seis señuelos descritos ahí; y así resolvió Jose Luis García González el enigma de uno de los hitos del histórico patrimonio cultural leonés (cultural, no deportivo, aunque algún mentecato lo crea así). Y lo certifica con un librazo de mucho esmero que ha editado Everest con el título Pluma, seda y acero , imprescindible.

Ahora ya sólo resta el enigma del Antifonario mozárabe de la Catedral (no fue capaz ni de enunciarlo toda la mara académica de sesudos expertos que pagamos al efecto hace poco y para nada).

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