Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Tomó la decisión la mujer de Jaime Campmany de organizar la cena y la partida en su casa. Fue el precio que embromadamente le sugerí por cumplirle su interés de conocer a mi hermano, con el que quería hablar de su novela Los amigos del crimen perfecto a fin de plantearle algunos extremos y, por supuesto, conocerle; le admiraba mucho, me dijo, y Jaime también, pero no se conocían.

La partida, lógico, sería de mus, tras hacerle saber mi devoción por aquel episodio nacional de 1995 con dos gloriosas delanteras en la única partida de Mus de la historia que ha sido retransmitida en directo por radio y televisión... lugar: salones de ABC ; comenta: Jose María García; alineaciones: Jaime Campmany y su hija Laura contra Alfonso Ussía y Antonio Mingote, guá, don Antonio, rector magnífico de la Universidad Cheli del Mus, como todo el mundo sabe... gran partida... a pie de cancha , sentados, Adolfo Suárez, padrino de Mingote y Ussía, y el alcalde Manzano, de los Campmany... y rodeándoles, un corro de pie que atosigaba ( los mirones son de palo, callan y dan tabaco , dice la ley del burle).

Eso está hecho, resolvió Conchita (la santa de Jaime), preparo una cena, Mingote y Ussía vendrán encantados, seguro, y así conocemos a Andrés... y después de cenar, esa partida de mus, claro, te deja su silla Laura y juegas con Jaime... ¡¿qué?!, ¡no!, ¡¿si?, no puede ser, ¿colarme yo en esa basílica del mus madrillí y farolero con esos tres cardenales de la Orden del Órdago?... el honor era excesivo e inmerecido.

No llegó a celebrarse este encuentro porque al poco murió Jaime, va a hacer siete años. Se chafó la oportunidad y lamenté no haber tratado al periodista de seda y aguijón y, respecto al mus, albergué aún la confianza de poder algún día jugar una partida con Mingote, con el que coincidí alguna vez en radios o eventos convocados por Del Olmo, aunque si hubo ocasión, no hubo con quién. No era por jugar (ganar era fácil, con Ussía palmaba), sino por gozar, admirar y aprender de alguien con verdadera grandeza humana que era, en todo el sentido de la palabra, un dechado de virtudes... y de ingenio.

Apuesta algo a que lo primero que dijo al entrar en el Cielo fue «¿hay mus?».

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