Diario de León
Publicado por
Pedro Trapiello
León

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Quiero pensar que ha sido un irse como le fue su vivir, expeditivo, animoso y con terca claridad. Joseluís Gutiérrez (a todos los efectos,  el Guti ; o el Chiva para quien compartió su mocedad bachillera en esta ciudad, como recuerda García Oblanca), se fue sorpresivamente para pillarnos a todos con el obituario cambiado y el halago inservible.

 

Era así, intempestivo y directo, comprometido y bravo, de esa casta periodística que se extingue y que se ahormaba en redacciones ahumadas, rastreos en las trastiendas oscuras del poder y noches libadas con confidencias no deseadas. No era periodista de horarios ni de parcela, hizo de todo y entendía el periodismo como una forma de vivir; y como dice Pedrojota (con quien tuvo sus más y algunos menos, pero condenados ambos a entenderse por encima de divorcios puntuales), «era un auténtico espadachín». Ese era su brío y su categoría.

 

Turrión en sus principios éticos o políticos como buen cazurro busdongués, no se paró en barras ni se escondía en barreras cuando el toro del franquismo o los desmanes felipistas le obligaron a disparar su tinta a lo alto, al César. Después vino su lío judicial interminable con el rey Hassán de Marruecos al que le imputó su participación en los beneficios del negocio de hachís (cosa por otra parte sobradamente demostrada) y, a partir de ahí, una sensación que nunca aliviaría, la de ser objeto de alguna conspiración que perseguía su neutralización profesional y hasta personal (en una larguísima charla que no acabó nunca me pormenorizó datos y detalles que confirmaban la insidia que ciertamente padecía).

 

Pero por encima de todo, era un amador y conocedor... del oficio y de la vida. Una biblioteca entera le bullía en la cabeza, algo que fue más evidente al reeditar la revista Leer que en la actualidad dirigía. En su etapa de director de Diario 16 coindicimos con mayor frecuencia al asociarse con La Crónica y la charla era siempre vehemente y documentada. Nunca cejó en su combatividad profesional con la que se significó en los últimos años del franquismo y la posterior Transición. Era pura casta y eso hace aún más grande el vacío que deja y la mudez de su Erasmo .

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