Esa princesita

Arriba, parias de hipoteca, en pie, famélica legión, si queréis buena bandera, elegid siempre un pendón... Lady Gaga es buen ejemplo.. y la Esteban ¿por qué no?... o el Dívar, la ley del templo, o la Kate Middletón (aunque mejor pinta su hermana, la Pippa del gran fiestón, qué pendón).

La prensa inglesa que nos torpedea hace semanas buscando la línea de flotación de la carabela española y nos resaca pesadumbres financieras, aguas gibraltareñas o affaires chungalís de nuestra Corona, se deshizo días atrás en elogios a la austeridad ejemplar de la leidi del príncipe Gullermo (llamada al trono inglés algún día), Catherine Elisabeth Middleton, Kate al efecto... y es que resulta que doña Kate repitió modelito de ropa en una de sus comparecencias trascendentes y eso les parece asombroso a los rotativos británicos que informan que cada vestidito de la peripuesta y tocada leidi sólo cuesta tres mil euros, así que repitiendo falda y blusa les parece a todos que se han ahorrado otro tanto... ¡coño!, admirable... gran ejemplo de austeridad... ¡manda carallo y manda bragas!...

Y es que el periodismo de colorines (y hasta el que va de serio y analista) se fija mucho en estas cosas, en el atrezzo, en las ropas y, ya puestos, en esas bragas malditas en las que suponen está la huella del pecado de sus dueñas. Interesa mucho la cuestión, dicen.

Sócrates pone un ejemplo: mirad cómo se mueve la cámara cuando entran en la noticia Sarkozy y Carla, Hollande y la suya o nuestros príncipes con la jordana; a ellos se les enchufa el careto o la distancia... y a ellas se les hace un repasito morboso empezando por zapatos y medias y recorriendo hacia arriba con una lenta curiosidad casi obscena cada curva, lorza, escote o pliegue; al parecer, contar lo que viste la señora (y si está llenita o flaca) es de capital importancia para teles y cuchés (en índices de audiencia y de lecturas manda hoy la mujer, dice el negocio de la información-espectáculo).

Sin embargo, jamás se vio que con los hombres hagan lo mismo... bueno, ni con la Merkel, pero es que su geografía anatómica y su ropa no tienen mucho que contar que no lo haya contado ya el botillo, el barrilete o el escaparate de «Modas La Langreana».