Diario de León
Publicado por
ANTONIO NÚÑEZ
León

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Contra lo que algunos colegas piensan el problema de este país no es el déficit o la prima de riesgo, sino los fotógrafos, pobrines, que arrastran sus últimos días acosados por las cámaras digitales de los móviles en una batalla desigual. Bueno, pues coge usted a los que quedan, a paracuéllelos, porque en el Inem no cabemos ya ni uno más de perfil, y asunto resuelto: los políticos en vez de posar para la foto tendrán que trabajar, que es lo que esperábamos de ellos cuando les votamos.

Ha hecho furor esta semana en los papeles la foto de Rajoy con los diecisiete presidentes autonómicos, todos de acuerdo por una vez en lo que hiciera falta. Algunos opinan que con eso se tranquiliza a los mercados dando una imagen de unidad nacional jamás vista hasta ahora. Menos lobos. A servidor le recuerda más bien el retrato de familia con el abuelo, hijos, nueras, nietos, etcétera, cuando el fotógrafo pedía lo de «decid patataaa». Luego cada cual se iba por su lado y si te he visto no me acuerdo. En casa las he roto todas y supongo que en la Alemania de Merkel pasará lo mismo, así que Mariano no engaña a nadie.

Lo de la conferencia de presidentes de autonomías con el del Gobierno fue un invento de Zapatero, paisano especialmente dado a los álbunes y que seguramente guarde cajones enteros de instantáneas en tiempos más felices para él (menos la de las hijas góticas con Obama, que parecían del ku-kus-klan). Pero estas reuniones no resuelven nada. En un par de horas de hablar, a razón de cinco minutos por presidentín o menos, es materialmente imposible que diecisiete y Rajoy se aclaren de algo. Que, encima, lo hagan por unanimidad sería un milagro. Mi señora, que políticamente es agnóstica, me lo ha dejado muy claro con un «mira, macho, nosotros sólo somos dos y qué peloteras tenemos a diario».

Un político sin foto en el periódico es un piernas. Observe, si no, que corren por cientos a las inauguraciones y salen invariablemente retratados con casco sin ningún obrero al lado. Ahora se comenta mucho que hay que adelgazar las administraciones, ardua tarea a la que se resisten todos porque, oiga, considerarían una desgracia pasar de Mariano con diecisiete en la foto a sólo dos o tres. No chupar cámara —y nómina— debe de ser deprimente. La burocracia sale cada vez más oronda en las imágenes y los demás tenemos que retratarnos en Hacienda con más impuestos.

El periodismo también está en crisis con la tira de amigos en paro y había cavilado yo sugerirle al director que para ahorrar costes recortara drásticamente la plantilla de retratistas. Algunos son muy buenos y hasta garantizan el parecido, pero con sólo uno eventual que a primeros de legislatura trabajara a destajo estilo fotomatón con todos los políticos, incluidos los de la Junta, Diputación y municipales, el recorte sería sustancioso. En nuestro argot los llamamos «caretos», luego tiras de archivo, barajas e iba a ser igual. Si alguna vez descarrilla al AVE o pasa algo más gordo se vuelve a contratar al peón de la cámara «por obra o servicio», o sea un día, como ya viene en los naipes de la reforma laboral del Gobierno. De nada, Montoro, chaval.

No quisiera uno perder la amistad de esos que ahora se hacen llamar como horteras informadores gráficos, cuando siempre fueron, y a mucha honra, fotógrafos y punto, sin antes pedirles un último favor: una de Zapatero en la cola del Inem con un pie que ponga debajo «esta es mi obra maestra», de eso me encargo yo, y otra de Rajoy en las mismas con una fila todavía más larga que diga «y yo amplié la inauguración», también es cosa mía. Y, ya de paso antes de que todo se vaya al carajo, otras de recuerdo familiar de cada político con primos, cuñadas y enchufados varios colocados a dedo. No entiendo de eso, si bien imagino que para enfocarlos a todos hacía falta un gran angular con objetivo muy panorámico.

Por lo demás las fotos de la Moncloa son muy aburridas. Van todos de traje y corbata y ninguno con boina o el cuello de albañil desgastado. Antes, por lo menos, alegraba la vista María Teresa Fernández de la Vega con un fondo de armario de vicepresidenta con el que no podía competir la señorita Pepis. Pero se adelgazó de la Administración y de las arrugas y ha rejuvenecido, que es exactamente lo que necesita el país.

No hace falta una huelga general como la de los sindicatos, otros que han echado barriga y, además, el ugetista Méndez necesita cambiar de barbero, se dice por la imagen.

Con una de fotógrafos la clase política va que chuta.

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