Diario de León
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ANTONIO NÚÑEZ
León

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En los tugurios donde servidor se mueve por aquello de la crisis abundan los váteres con un letrero bien claro en el invariablemente pone «hágalo dentro de la taza y tire de la cadena». Huelen fatal y como vivo en un pueblo para el pis salgo a la esquina y lo otro me lo aguanto hasta casa. Cuando alguna vez tengo que entrar en ellos por inexcusable aprieto o necesidad me consuelo pensando que huelen a España con hedor de corrupción, del Rey abajo ninguno.

En sus crónicas parlamentarias de hace un siglo, ya ha llovido, el gallego Wenceslao Fernández-Flórez se oponía frontalmente a que los parlamentarios de la época se votaran a sí mismos un sueldo de veinte pesetas o algo así. Para él no se debía pagar cantidad tan desmesurada por tipos que no hubieran cobrado ni la cuarta parte en la empresa privada con la que se limitaban a traficar en influencias. Le contestaron que debía dotárseles de una remuneración digna para evitarlo y que en la esquela del exdiputado Fulano, fallecido en una buhardilla, ponía «murió pobre» como sinónimo de honrado. Sería imbécil si no sabía hacer nada y se lo tenía merecido, pero si hubiera construido escuelas, carreteras y pantanos en su provincia habría que haberle dado una comisión a fin de protegerlo de la miseria en su vejez, rebatió Wenceslao. De sueldos nada, remataba el gallego, para no igualar a los vagos con los que de verdad trabajaban en las Cortes. «Pero sí que los segundos cobren una comisión a tanto por obra en su provincia, porque no es justo que se retiren en la indigencia», punto y final.

Fernández-Flórez, que creía haber encontrado la fórmula de las meigas para que trabajaran los políticos de su quinta, era tan pardillo como el bandido Fendetestas de El bosque animado , uno de los personajes ideados por él que cae más simpático, sobre todo en el cine de Alfredo Landa. Lo que no se imaginaba es crear escuela.

Cuando la transición se votó también dar a la clase política un salario digno para que no incurriera en tentaciones bandoleras, pero ésta rápidamente se aplicó a las comisiones por contratas para no desfallecer sin sobresueldo. En treinta y tantos años de oficio uno no recuerda de ninguno que muriera pobre, salvo el exministro Morán, de Asuntos Exteriores, que iba al kiosko para leer el periódico sin que la pensión le llegara para comprarlo porque tenía a su mujer muy enferma en casa. Tuvo que intervenir el Rey para que le dieran no sé qué cargo honorario y sacarlo de apuros.

La España de estos días apesta a corrupción sin distinción de partidos políticos. El famoso oasis catalán de Artur Mas y los Pujol se ha revelado una cloaca y en la Andalucía del sur afloran malversaciones en Eres más falsos que la moneda de la copla, que corren de mano en mano sin que ninguno se los quede, quiere decirse las responsabilidades. Por aquí mire usted qué alcalde no viste mejor que antes sin que, encima, no lo tenga a gala. Policías y jueces, no todos, hacen horas extras investigando a la clase política, pero la gente ya está curada de espantos y se limita a comentarlo en la tasca del barrio tapándose la nariz si, a mayores de ir al váter, tiene que limpiarse con el periódico lo que usted ya sabe donde la espalda pierde su honesto nombre.

Con cosas como ésta se hundieron los partidos clásicos italianos, arrinconados por Berlusconi el de la telebasura, otro que tal baila, y todavía siguen sin recuperarse. Ahora llega la Navidad, que es fecha entrañable para congraciarse con las cuñadas. Y no todas. Esto último no es mío, sino de Urdangarín. Aquí faltó poco con Gil y Gil el de Marbella, porque se murió, y con Mario Conde, porque entre todos lo pararon a tiempo. Volvamos a poner, en fin, el Portal de Belén con la mula y el buey que eran más limpios y baratos que Iberdrola. Luego dicen, después de dos mil y pico años, de las energías renovables de Zapatero, el iluminado por una estrella fugaz que dejó unos Reyes Magos del copón. Para una generación entera como poco.

Dicen Artur Mas y Pujol júnior, ambos con cuentas en paraísos fiscales, que lo ven normal y no es delito. Hombre, pero siempre tenían más a mano La Caixa. Yo aquí mismo por lo menos.

Visto el panorama de recortes y sacrificios que impone la crisis menos para los colegas de beneficio sin oficio de Mariano Rajoy y demás Santa Compaña —ay, Fendetestas— uno también ha comprado el décimo de la lotería de Navidad por ver si pilla el gordo o un pellizco.

Pero que se entere bien Montoro.

Lo tengo depositado en Suiza.

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