Diario de León
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Cada día su afán José-Román Flecha Andrés

El día 21 de junio se cumplirán cincuenta años de la elección del Papa Pablo VI. En efecto, en el cónclave reunido a la muerte del Papa Juan XXIII, fue elegido para sucederle el cardenal Giovanni Battista Montini, arzobispo de Milán.

Al día siguiente de su elección, pronunció en la Capilla Sixtina su primer mensaje. Citando a San Agustín calificaba su nuevo ministerio como un «oficio de amor» puesto que «entraña la guardia solícita y paternal de todas las ovejas redimidas por la sangre de Jesucristo».

Tras recordar conmovido a Juan XXIII, proclama su decisión de continuar el Concilio Vaticano II. Según él, esa habría de ser su tarea más importante, en la cual estaba dispuesto a consumir todas sus fuerzas. Deseaba él que la Iglesia pudiera «atraer hacia sí a todos los hombres por la grandeza de su condición, por el fecundo vigor de su juventud, por la renovación de sus estructuras, por la múltiple variedad de sus miembros».

Manifestó aquel día que su propósito primordial era «proclamar de manera clara y solemne que sólo en el evangelio de Jesucristo cabe esperar la salvación».

Inmediatamente después de la iniciación de su pontificado entregó la tiara pontificia para que el precio obtenido por ella se entregara a favor de los pobres. Rompió una reclusión ancestral y emprendió un viaje a las fuentes de la fe, en Tierra Santa. Su visita a la India le acercó a las grandes tradiciones religiosas del Oriente. El día de San Francisco de Asís de 1965, pronunció ante los miembros de las Naciones Unidas, en Nueva York, su famoso ruego: «Nunca más la guerra». En Bogotá dirigió un precioso discurso a los campesinos y el discurso con el que se abría la segunda asamblea general del Consejo Episcopal Latino-americano (CELAM) que había de desarrollarse en Medellín.

Siguió el Concilio con prudencia y lo explicó fielmente a toda la Iglesia, suprimió el Índice de libros prohibidos, declaró a María Madre de la Iglesia, convocó el año de la fe y proclamó el «Credo del Pueblo de Dios», creó la institución del Sínodo de Obispos y abrió la curia romana a la universalidad.

Apostando por el diálogo y el ecumenismo, la víspera de la clausura del Concilio (7.12.1965) levantó la excomunión a los Ortodoxos que se remontaba al 1054. Posteriormente recibiría a los arzobispos Anglicanos de Canterbury, Dr. M. Ramsey y Dr. D. Coggan.

Profundamente dolorido por el asesinato de su amigo Aldo Moro, murió el día 6 de agosto de 1978, fiesta de la Transfiguración del Señor.

En su encíclica «Populorum progressio» afirmó que el nuevo nombre de la paz es precisamente el progreso, necesariamente extensible a «todo el hombre y a todos los hombres» y, como escribe Peter Hebblethvaite, luchó para que su encíclica «Humanae vitae» no fuera ni el resumen ni la finalidad de su pontificado. Según el mismo autor, el pontificado de Pablo VI, tan criticado y hasta ridiculizado en su tiempo, es cada vez más recordado con nostalgia.

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