Diario de León
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rosa villacastín
León

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Cuando el sábado la Infanta Cristina entre en el juzgado para declarar ante el juez Castro, se estará consumando uno de los capítulos más negros de la monarquía española del Siglo XXI. Independientemente de que vaya a pie o en coche, lo verdaderamente importante es conocer lo que dirá en su descarga, pero sobre todo nos interesa saber por qué el Rey permitió que su yerno Iñaki Urdangarín y su hija Cristina se enriquecieran a costa del erario público, sin que hiciera nada para impedir que algo así ocurriera en el seno de su propia familia, que debía ser ejemplo de honestidad y transparencia.

Son muchas las preguntas que desde que estalló el caso Noos se hacen, nos hacemos, los ciudadanos sin obtener respuesta alguna por parte de quiénes tienen la obligación de poner un foco de luz en cualquier atisbo de corrupción. De ahí la caída en picado del prestigio de una Institución que si por algo se caracterizó fue por el buen hacer del Rey Juan Carlos tanto dentro como fuera de España. Pero basta con mirar las ultimas encuestas para comprobar la falta de confianza en la monarquía, que atraviesa por un momento crítico, difícil, y peligroso de cara a su futuro.

Que desde Hacienda o la Fiscalía se haya intentado impedir la comparecencia de Cristina en el Juzgado de Palma, ayuda poco o nada a rehabilitar la imagen de la Institución. Más bien consiguen todo lo contrario, irritar a quienes ven como desde las más altas instancias de la justicia y el ejecutivo se intenta edulcorar un escándalo que ha traspasado nuestras fronteras, y puesto en el punto de mira de la crítica a la familia real. Aún aceptando que desde dentro de Zarzuela se hacen esfuerzos por paliar los efectos del terremoto Noos, lo cierto es que el daño causado es tan grande que de poco o nada sirve que nos enteremos de lo que van a ganar la Reina Sofía o la Princesa de Asturias. Es más, teniendo en cuenta que cualquier cifra que se facilite, siempre parecerá excesiva si la comparamos con las dificultades que están atravesando los más de seis millones de parados que hay en España, la transparencia en este caso puede ser un arma de doble filo. Moverse sí, pero no a cualquier ritmo.

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